China ha dado un empujón a su gasto en Defensa después de haberlo contenido en los últimos años. Un contexto regional cada día más complicado y la necesidad de acomodar su poder militar a su creciente influencia política y económica global ha aconsejado subirlo al 8,1 %. La cifra ha sido desvelada en el inicio de la Asamblea Nacional Popular, el legislativo chino, destinado como el resto de los cónclaves políticos del ultimo lustro a apuntalar la égida de Xi Jinping.

La cifra del presupuesto militar sirve tradicionalmente para inaugurar el acontecimiento político más importante (y único) del calendario chino. También sirve para que el mundo alimente el miedo amarillo mientras Pekín se esfuerza en subrayar su naturaleza defensiva y compromiso con la paz. La subida actual permitirá también interpretaciones opuestas.

China ha emprendido una veloz modernización de un Ejército tradicionalmente más volcado en la cantidad que en la calidad. En los últimos meses ha presentado su primer portaviones de fabricación doméstica (el anterior era chatarra ucraniana sometida a una esforzada labor de chapa y pintura), un flamante destructor con misiles guiados y sus cazas J-20. Son logros tangibles pero que apenas la acercan a Estados Unidos, con la que se ha citado en el Pacífico para dirimir la primacía global. Los 142.000 millones de dólares que gastará China suponen la cuarta parte de los presupuestados por Washington. Donald Trump había explicado el aumento del militar anterior del 10 % (con una economía que rondaba el 2,4% ) por la necesidad de “volver a ganar guerras”.

Nuevos retos

El Ejército debe ser “duro como una roca” para lidiar con los nuevos retos, ha aclarado esta mañana Li Keqiang, primer ministro. “China avanzará en todos los aspectos de entrenamiento militar y preparación para la guerra y protegerá con firmeza la soberanía, seguridad e intereses nacionales”, añadió. En el estamento habían causado desazón por insuficientes los últimos crecimientos del 7,6 % y el 7 %. Pekín soporta la presencia atosigante de Estados Unidos en su patio trasero, acumula pleitos territoriales con media docena de naciones en el Mar del Sur de China y se discute las islas Senkaku/Diaoyu con Japón. El continente ya gasta más en Defensa que Europa y vive una carrera armamentística sin precedentes. Al ecosistema hostil se une la necesidad de mejorar el salario de un gremio que ha quedado muy atrás de la pujante clase media.

“Una parte muy grande del aumento del presupuesto de Defensa irá a compensar las bajas inversiones del pasado y será usado principalmente para mejorar el equipo y el bienestar de las tropas, tanto en sus condiciones de trabajo como en su vida”, señaló este fin de semana Zhang Yesui, portavoz de la asamblea.

Xi se ha esforzado en renovar y limpiar el esclerotizado estamento militar. Ha anunciado un doloroso recorte de 300.000 tropas y enfatizado la urgencia de modernizarlo. También ha llevado su campaña contra la corrupción a un sector tradicionalmente impune, con cargos comprados en masa y dudas justificadas sobre la competencia de sus mandos en un escenario bélico.

Primer repunte

Li también anunció que la economía crecerá un 6,5 % este año. La cifra es cuatro décimas inferior a la registrada en 2017, y que supuso el primer repunte en siete años. La prioridad de Pekín no es la mediática cifra de crecimiento económico que desvela a los mercados internacionales sino la estabilidad social. Los días de las dobles cifras han quedado muy atrás y en esta fase de “nueva normalidad” importa más la calidad del crecimiento y subsanar los desequilibrios de aquellos excesos. Li animó a los representantes del Gran Palacio del Pueblo a seguir al presidente en sus tres batallas críticas: los riesgos financieros y económicos, la pobreza y la contaminación.

La economía china creció al caballo del crédito barato y el endeudamiento tanto de gobiernos locales como de compañías ha alcanzado cotas peligrosas. Pekín ha tomado el control en las últimas semanas de compañías aseguradoras y petroleras privadas que no midieron bien sus inversiones y Li advirtió de que se extremarán los “controles internos en las instituciones financieras”.

El Parlamento chino es el mayor del mundo y uno de los más inútiles. Su única función es sellar lo que llega del partido. Sus 3.000 delegados, que nunca han echado atrás una ley o presupuesto, enterrarán el próximo domingo el límite de los dos mandatos presidenciales para que Xi pueda continuar más allá de 2023.