El pronóstico del crecimiento económico ha monopolizado durante décadas los titulares globales de la Asamblea Nacional Popular, un parlamento orgánico sin debates abiertos y que sella cualquier política emanada del Ejecutivo. En aquellos gloriosos días de expansiones de dos dígitos, el desarrollo económico que desbordaba las conservadoras proyecciones oficiales subrayaba su esplendor. En la más reciente «nueva normalidad» que primaba la calidad sobre la cantidad, la sujeción milimétrica del PIB a los pronósticos subrayaba la infalibilidad del Gobierno. Y en los tiempos de coronavirus, la incertidumbre aconseja olvidarse de pronósticos. La atención mediática se centra hoy en una inquietante reforma legal sobre Hong Kong.

El discurso del primer ministro que abrió la sesión acabó por primera vez desde 1990 sin el dato. «Nuestro país se enfrenta a factores que son muy difíciles de prever debido a la pandemia del covid-19 y al contexto de la economía y el comercio global», justificó ayer Li Keqiang frente a los 3.000 delegados en el Gran Palacio del Pueblo. «En el presente, y por algún tiempo, China afrontará retos inéditos», añadió.

GUERRA COMERCIAL / El PIB chino sufrió en el pasado trimestre una contracción del 6,8%, la primera en cuatro décadas, y es probable que en el siguiente sume la segunda. China ha reactivado su actividad tras embridar la pandemia pero ni la guerra comercial con EEUU ni la crisis global insuflan optimismo a una economía que sigue descansando en la exportación a pesar de los esfuerzos por acentuar el autoconsumo.

La prioridad, enfatizó Li, es el desempleo. Casi nueve millones de universitarios saldrán este año a un mercado laboral deprimido que ya roza el 6% de paro. Las cifras oficiales son solo orientativas. Desatienden a los 300 millones de emigrantes que dejan sus provincias rurales para emplearse en las ciudades. Los 70 millones de ellos que han perdido el trabajo, según un estudio de Zhongtai Securities, elevarían la tasa de paro al 20%. Otros estudios hablan del 10% Es un problema muy serio para un Gobierno que fundamenta su legitimidad en su eficacia económica y teme más que otro en el mundo el descontento social. Li ha prometido políticas para crear nueve millones de puestos de trabajo urbanos. China vadeó crisis pasadas con paquetes de inversión pública en infraestructuras que estimularon el empleo y reactivaron la economía en la misma medida que dispararon la deuda pública hasta niveles alarmantes.

FIN DE LA POBREZA / El coronavirus amenaza los logros que el presidente Xi Jinping pretendía presentar el próximo año, durante los fastos del aniversario centenario de la creación del Partido Comunista, como evidencias de su eficacia: la erradicación de la pobreza y un PIB que doblara al de 2010. «Parece que los líderes reafirman su compromiso en la erradicación de la pobreza, lo que indicaría que pretenden lograr el objetivo con independencia de la realidad económica. Sobre la promesa de doblar el PIB, en cambio, disponen de un margen para escabullirse y podrían aludir a las circunstancias excepcionales. Están muy cerca del objetivo pero las medidas estadounidenses que califican de injustas lo han dificultado», señala Anthony Saich, sinólogo de la Harvard Kennedy School.

La víspera de la Asamblea quedó marcada por el anuncio de una ley de seguridad nacional para Hong Kong que penalizará delitos como la subversión, el separatismo, el terrorismo o la injerencia extranjera y que permitirá la presencia de órganos de seguridad en la excolonia. Desde los sectores antigubernamentales se ha alertado que la ley entierra la política de «un país, dos sistemas» que ideara el arquitecto de las reformas, Deng Xiaoping, y que finiquita las libertades heredadas de los británicos. Esa normativa no ha podido ser aprobada en más de 20 años en el parlamento local por la oposición popular. El creciente intervencionismo de EEUU en la excolonia, las enquistadas protestas y las elecciones de septiembre explican el atajo tomado por Pekín.