Con acusaciones mútuas del inicio de la escalada, la más fuerte en años, nadie asume tener responsabilidades. Solo hay una cuestión clara: Azerbaiyán y Armenia -vecinos en las montañas del Cáucaso y enemigos íntimos han declarado este domingo la ley marcial en sus territorios tras los bombardeos y están muy cerca de declararse la guerra otra vez, después de firmar un armisticio en 1994.

El Alto Karabaj es un pequeño territorio montañoso dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Azerbaiyán, pero controlado por Armenia y, de facto, un Estado independiente. Antes de la guerra de 1991, el Karabaj estaba poblado por azerís y una mayoría de armenios. Con la disolución de la URSS, ambos nacionalismos despertaron, y decidieron, pogromos y deportaciones mediante, que sus ciudadanos eran incompatibles.

Se declararon la guerra y la ganó Armenia: todos los azerís del Karabaj -y de las regiones que lo rodean, que antes eran solo pobladas por azerís- fueron expulsados.

En 1994, los dos países firmaron el alto el fuego, pero el conflicto nunca ha terminado: constantemente ha habido escaramuzas en el frente, la más fuerte en 2016, cuando en pocos días, en abril, murieron 200 soldados de ambos contendientes. Los combates de este domingo recuerdan a aquellos, con la diferencia de que ambos países están más preparados militarmente y las retóricas belicistas son mucho mayores.

Preparado para morir

Los muertos ya empiezan a apilarse: al menos dos civiles han muerto en bombardeos del domingo -en el Alto Karabaj-, pero podrían ser más, porque el bando azerí también asegura tener civiles fallecidos. En el lado militar, las cifras crecen: el Ministerio de Defensa armenio ha dicho que 16 de sus soldados han muerto; el azerí, por su parte, no da cifras de bajas, pero sí de capturas. Según Bakú, Azerbaiyán ha capturado siete pueblos antes controlados por el Alto Karabaj y Armenia. Todos se encuentran al sur de la región, muy cerca de la frontera con Irán.

"Como comandante en jefe, debo decir que estoy preparado para morir por la patria. Debemos decirle al mundo que estamos dispuestos a morir por nuestra patria. No cederemos ni un centímetro de ella. Debemos ganar; no hay otra opción", ha dicho este domingo el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan.

Su última frase describe a la perfección cómo perciben ambos bandos este conflicto: para ellos, es una cuestión de vida o muerte. Perderla -o ganarla- es un riesgo existencial. Un conflicto devastador en los 90 y años de educación belicista contra el enemigo, que es descrito como alguien infrahumano, han hecho su trabajo. Por ello en Armenia, se están organizando milicias de civiles que quieren, como en la guerra anterior, movilizarse hacia el frente.

Mientras tanto, los dos bandos hacen sonar los tambores de guerra y muestran imágenes destruyendo equipamiento militar y vehículos del enemigo. En este caso, quien tiene la ventaja militar -y quien está avanzando y capturando territorios es Azerbaiyán-. A Armenia no le ayuda en nada una escalada militar de este tipo; a Bakú, con Turquía cada vez más implicada en el conflicto, le beneficia más.

La posibilidad de que el enfrentamiento se diluya es plausible. Ocurrió el pasado mes de julio: durante unas semanas, la tensión se incrementó en la frontera entre los dos países por una pequeña escaramuza. Entonces, de noche, los armenios mataron un general azerí.