A Sawteen See, una neoyorquina de 62 años, no se le escapa la “ironía”. Ni a Elizabeth, una abogada de 35 años. Las dos mujeres están en esta fría mañana de martes esperando para votar por Hillary Clinton, clara favorita en Manhattan, donde BarackObama se llevó casi el 85% del voto en 2012. Hacen cola en la puerta de su centro electoral en el Upper West Side. Y lo “irónico” es que les ha tocado votar en el 180 de Riverside Boulevard, la dirección donde se alza uno de los edificios bautizados como Trump Place. Al menos, de momento.

Varios inquilinos de este rascacielos, como los de otros dos de apartamentos de lujo donde la única vinculación con Donald Trump es la licencia del candidato republicano para que se use su apellido, han iniciado una campaña en change.org solicitando a la empresa propietaria, Equity Residential, que deje de usarlo. Y su campaña coincide con otros movimientos empresariales que también están alejándose de un nombre que para muchos se ha vuelto tóxico durante la larga y agria carrera electoral. El alcalde de Vancouver, por ejemplo, ha pedido que un hotel de Trump en la ciudad canadiense no lleve su nombre. Y la propia empresa del magnate reconvertido en político ha decidido no usar el apellido en una cadena de hoteles dirigida a los “millennials”.

Los 568 residentes que ya han puesto su firma en la iniciativa alegan que “el abominable tratamiento de Trump a las mujeres, su historia de racismo, sus ataques a inmigrantes, su burla de los discapacitados, sus evasiones de impuestos y susdescaradas mentiras son antitéticas con los valores” en que creen sus familias. Aseguran también que “dado que Trump alquila su nombre a edificios de los que no es dueño, parte de los alquileres se están usando para incrementar su fortuna”. Y explican que trabajar en un edificio donde el nombre Trump brilla por doquier es “insultante” para muchos empleados de minorías y también para los inmigrantes, que representan una tercera parte de la población de Nueva York. Está por ver si Equity Residential atiende a su petición.

“NO MOLESTA EL NOMBRE, MOLESTA SU DISCURSO”

De momento, las grandes letras grabadas en la marquesina dorada que da entrada al edificio siguen ahí, muestra del talento promocional de un hombre que creó en esta parte de la ciudad en los años 90 un complejo de residencias de lujo con el dinero de inversores de Hong Kong y donde aunque solo posee cuatro edificios su nombre aparece en siete. Y es algo que no molesta a Andrea y Nico Kicillof, un matrimonio de inmigrantes argentinos que también hace cola, con sus gemelas de seis años, esperando para votar por primera vez en unas presidenciales estadounidenses. “El nombre en el edificio es lo de menos. No molesta lo más mínimo. Lo que molesta es su persona, su discurso de odio, y que haya legitimado y logrado que se vuelva a considerar aceptable hablar en términos que deberían estar enterrados en cuestiones de género, de religión, de inmigración”, dice él, un ingeniero de software de 48 años.

Reconoce también “la ironía” del lugar “en estas terribles elecciones” Rusty, un agente de seguros de 49 años que vive en el barrio y que, pese a ser republicano, este martes por primera vez ha votado demócrata. “Clinton no me inspira pero es predecible. Él, en cambio, es volátil e incoherente”, dice, calificando de “horrible haber tenido tan malas opciones” en el campo republicano.

Agnes Nichols también resta importancia a estar en un edificio con el nombre de Trump. De hecho, son ya muchas las elecciones que esta mujer negra de 58 años recientemente jubilada de su trabajo en una oficina pasa en Trump Place. Y es que ella es la coordinadora de este centro electoral, donde trabajó por primera vez “hace mucho tiempo, cuando Bill Clinton era presidente”. “Lo único que importa es que no haya insultos, enfrentamientos, agresiones o violencia”, remarca, explicando orgullosa que no ha habido nada de eso este martes. Y es un logro tras una campaña que ha sido virulenta, tanto como para que ella misma, en las primarias republicanas, “con todo lo que hubo de racismo y de tensión”, decidiera por primera vez no desempeñar su trabajo electoral.

POCOS, PERO ALGUNOS

Clinton gana sin duda en el sondeo nada científico entre quienes pasan por este centro electoral, pero eso no significa que no haya también votantes de Trump. Por el republicano ha votado Mora Smith, el nombre ficticio que pide que se use una inquilina del edificio, que explica que le “disgustan los dos” candidatos pero se ha decidido por él “por el aborto”. Actualmente desempleada de su trabajo en el sector financiero, esta mujer “en los cincuenta” cuenta también una anécdota del edificio. Intentó vender el apartamento y llegó a tener un potencial comprador pero el acuerdo no cuajó. “Esa persona no quería vivir en un edificio con el nombre de Trump”.