Las urnas, colocadas este supermartes en una docena de estados donde se han celebrado primarias y caucus, aún tienen que dictar la sentencia definitiva de quienes serán los candidatos presidenciales del Partido Demócrata y del Partido Republicano pero Hillary Clinton y Donald Trump se consolidan como claros favoritos y la aspirante demócrata, su equipo y sus redes de apoyo han empezado ya a diseñar una estrategia para enfrentarse al magnate inmobiliario en el potencial duelo de noviembre. Se anticipa una pelea tan impredecible y brutal como el hombre que hasta la fecha ha hecho saltar en pedazos la lógica electoral, no ya solo en un partido conservador que hace cábalas de momento infructuosas para frenarle, sino en toda la política estadounidense.

Clinton enfrenta aún el reto interno que representa el senadorBernie Sanders, cuyas arcas llenas hasta récords históricos a través de pequeñas donaciones. Le permiten plantar cara y seguir modelando el debate en las filas demócratas hasta bien entrada la primavera o incluso hasta la convención en julio, aunque ayer solo contaba con la posibilidad de un reducido número de victorias en estados como Vermont, donde ha ganado 10 elecciones desde 1990, o en Massachusetts y los caucus de Minnesota.

Trump, claro favorito ayer en todos los territorios menos en Tejas, por donde es senador Ted Cruz, ha empezado a recibir ataques cada vez más duros de este y de Marco Rubio, que ayer esperaban con ansiedad los resultados para seguir acumulando delegados y, sobre todo, mantener vivas sus opciones y frenar las llamadas a que uno de los dos abandone la carrera.

DE LA NEGACIÓN, AL RESPETO Y AL MIEDO

La lucha Clinton-Trump, no obstante, empieza a perfilarse como la más probable. Y si en junio, cuando el empresario anunció su candidatura, estrategas demócratas se frotaban las manos ante esa perspectiva, nadie minimiza ahora el riesgo que supondría ese duelo.

El expresidente Bill Clinton se cuenta entre los miembros del círculo más cercano de Hillary que creen que es un error minusvalorar a Trump y anticipan una lucha reñida por sucapacidad de conectar con votantes descontentos o rabiosos con Washington y los políticos tradicionales, una conexión que le da cierto potencial de convencer en unas presidenciales a votantes blancos y de clase trabajadora que son uno de los puntos más débiles de la base de Clinton. Por eso no son solo los republicanos quienes estaban pendientes de los resultados de ayer, sino equipos de analistas demócratas, que analizan hasta el último detalle resultados y las encuestas a pie de urna en busca de las claves del 'fenómeno Trump'.

Entre esos demócratas se empieza a usar el adjetivo “formidable” para definir al favorito republicano. Lo ha hecho, por ejemplo, el gobernador de Connecticut, Dannel Malloy, que en unas declaraciones a The New York Times ha confesado haber pasado “de la negación(‘no me puedo creer que nadie escuche a este tipo’) a la admiración por haber descubierto como capturar la angustia de todo el mundo a la verdadera preocupación”.

Los preparativos concretos ya están en marcha para este potencial duelo. Y es una estrategia, según le contaba también al 'Times' Geoff Garin, estratega jefe de Clinton en 2008, que se construirá sobre dos ejes: cuestionar su “temperamento” y poner en cuestión “si se puede confiar en él para defender alguien que no sea él mismo”.

De momento, Clinton ha dejado que sean los propios republicanos los que se metan en el lodazal de insultos que ha marcado los últimos días en el campo conservador pero ella misma ha empezado ya a lanzar ataques (más elegantes) a Trump en sus actos de campaña y varios de los grupos que le apoyan -como American Bridge y Priorities USA Action- han empezado a preparar y probar anuncios de ataque y a indagar en documentos públicos y declaraciones de impuestos de Trump buscando puntos débiles de su historial empresarial.