Pocas cosas, por no decir nada, están siendo como se esperaban en lacampaña presidencial de Estados Unidos, incluyendo lo que se anticipó sería un paseo de Hillary Clinton hasta la nominación demócrata. El lunes, en Iowa, la candidata que en su día pareció inevitable salió de los caucus con una victoria pírrica sobre Bernie Sanders, prácticamente un empate técnico. El senador de Vermont es claro favorito, con hasta 20 puntos de ventaja en los sondeos, para ganar el martes en las primeras primarias, que se celebran en Nuevo Hampshire. El enorme tirón del veterano socialista entre los jóvenes ha revelado uno de los puntos más flacos de la fornida candidatura de Clinton. Quizá por eso las cosas siguen dando sorpresas y cambiando, incluyendo la elegante compostura con que hasta ahora se habían medido los dos.

Este jueves por la noche, cuando los dos supervivientes de la carrera demócrata se enfrentaron en su primer debate cara a cara, el único antes de que vote Nuevo Hampshire, saltaron chispas en unapirotecnia dialéctica y también ideológica donde la dinamita es probar las credenciales progresistas, o atacar las del otro. Y vaya si hubo ataques.

Como lleva haciendo desde los caucus, Sanders definió a Clinton como una candidata del aparato, moderada, demasiado vinculada a Wall Street y a intereses corporativos y de grandes donantes que para el senador representan el cáncer que pone en peligro la democracia. Clinton contratacó cuestionando que el senador se haya “autoproclamado guardián de la progresía” y planteando interrogantes sobre la viabilidad de sus ambiciosas y progresistas propuestas. “Progresista es alguien que hace progresos y yo soy una progresista que consigue hacer cosas”, dijo. “No hago promesas que no puedo cumplir”.

Pero la exsecretaria de Estado fue aún más allá y acusó a Sanders de estar librando contra ella una campaña de “difamación muy habilidosa”, llena de ataques “con indirectas e insinuaciones” cuestionando su integridad y la influencia de las donaciones o del dinero que cobró por dar discursos en su política y sus decisiones. “Si tiene algo que decir dígalo directamente, pero nunca probará que alguna vez cambié un punto de vista o un voto por ninguna donación que haya recibido”, defendió Clinton, que se mostró más airada que de costumbre.

Fueron los momentos más tensos de la noche, pero no los únicos. Volvieron a enfrentarse, aunque con más moderación, en temas depolítica exterior. En ese terreno Clinton jugó con las credenciales de su experiencia y se protegió también con sarcasmo de una de las líneas habituales de ataque de Sanders, que recuerda que la candidata en su día votó a favor de la guerra de Irak. “Un voto en 2002 no es un plan para derrotar al Estado Islámico”, contratacó Clinton.

Las dos horas de debate permitieron recordar también otras diferencias entre los dos. Clinton, por ejemplo, mantiene su apoyo a lapena de muerte aunque reclama más garantías en los juicios, mientras que Sanders dice que no quiere “ver al gobierno ser parte de un asesinato”. Pero la discusión acabó con un tono mucho más cordial que con el que empezó.

Sanders, una vez más, se negó a atacar a Hillary por el escándalo de los correos electrónicos. Y en la última pregunta, Clinton dijo que Sanders sería la primera persona a la que llamaría si es la nominada. El senador entonces aseguró que, pese a sus diferencias, “incluso en nuestro peor día somos cien veces mejor que cualquiera de los candidatos republicanos”. Hubo un apretón de manos y sonrisas. Pero la lucha, más feroz, continúa.