El titular puede parecer superlativo pero no lo es. Este lunes, en la más impredecible campaña electoral de Estados Unidos, Donald Trump y Hillary Clinton se enfrentan en su primer cara a cara en un debate en la Universidad de Hofstra, a menos de 30 kilómetros de la ciudad de Nueva York donde los dos aspirantes han pasado el fin de semana encerrados preparándose. La audiencia prevista para la cita, que arranca a las 3 de la madrugada en España, es de 100 millones de espectadores solo en EEUU, lo que dejaría pequeño el récord de 80 millones que Ronald Reagan y Jimmy Carter marcaron hace 36 años. Y aunque la expectación ha llevado a estrategas como el demócrata Paul Begala a aventurar que será "mayor que la llegada a la Luna, el Mundial, la Super Bowl, las Olimpiadas y la última boda real”, lo que está en juego es más trascendental: es el futuro político inmediato de Estados Unidos.

En vísperas del extraordinario encuentro, una encuesta de 'The Washington Post' ha confirmado lo que hace no tanto pareció impensable: la candidata demócrata, con toda su veteranía y experiencia, y el republicano, un outsider durante años más conocido por sus incursiones en los reality shows de televisión y sus apariciones en las páginas de papel couché que por sus negocios inmobiliarios, están prácticamente igualados en intención de voto a nivel nacional. Y en el terreno que cuenta, el de los estados bisagra, las cosas están parecidas. Según la media de sondeos que mantiene Real Clear Politics, Clinton lleva ventaja en siete de esos estados. Trump, en otros tantos.

“MÁS ESTILO QUE SUSTANCIA”

Nadie espera que el debate sea una sesión informativa para la ciudadanía sobre cuestiones políticas vitales, pese a que esté organizado en seis segmentos de 15 minutos que inicialmente el moderador (el presentador de informativos de NBC Lester Holt) centrará en temas como “la dirección de EEUU”, “prosperidad” o "seguridad". De hecho, incluso desde el campo de Clinton se ha reconocido que su preparación ha estado centrada "más en estilo que en sustancia", en cómo proyectar “cada segundo” la imagen de que es alguien en quien se puede confiar (rompiendo uno de sus puntos débiles) y en prepararla “para los diferentes Trumps que pueden aparecer” en el debate.

Ese último es un misterio insondable. Puede ser que Trump recurra a los insultos que usó en primarias contra otros republicanos, pero también que intenté dar muestras de ser"presidenciable", aparcando una agresividad que representa un doble riesgo al ir dirigida a una mujer. Y esta vez, a diferencia de lo que hizo en los duelos intestinos, se ha preparado, aunque sea menos que Clinton. Con la ayuda de una firma especializada en análisis político de datos y el estudio de los 30 debates en los que la demócrata ha participado desde que en 2000 fue candidata al Senado, Trump ha contado con un "perfil psicológico" de Clinton y ha estudiado su lenguaje corporal y sus tics verbales para preparar cómo reaccionar o cómo hacerle reaccionar a ella.

Clinton, por su parte, ha visto en los ensayos que le va mejor cuando ha esperado a que su contrincante se cave su propia tumba con mentiras o informaciones incorrectas. Su problema puede ser que hasta ahora, al menos, la excavación no ha parecido tener fondo.