La casa de Murad al Jufash se encuentra en el pueblo palestino de Marda, a unos centenares de metros del asentamiento israelí de Ariel, de 20.000 habitantes, en el norte de Cisjordania. Desde la terraza trasera se contempla una ladera cubierta de olivos, coronada por las primeras casas de la colonia.

Estos árboles, que pertenecen a agricultores palestinos, se ahogan cada invierno con aguas residuales procedentes de Ariel, el cuarto asentamiento más grande de Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel desde 1967.

Las aguas contaminadas impiden a los propietarios de los olivares recolectar las aceitunas para consumirlas y venderlas. A menudo mezcladas con la lluvia, las aguas negras anegan las casas de Marda más cercanas a Ariel, incluida la de Murad, surcada de grietas provocadas por las inundaciones.

CATARATAS DE SUCIEDAD

"Nos caen encima como cataratas. En los edificios de este lado se han construido pequeños muros de contención de las aguas, pero el nuestro se lo llevó la corriente de suciedad por delante”, explica Jufash. Para reparar todos los desperfectos causados por los residuos de los colonos, este agricultor necesita 15.000 dólares (unos 13.570 euros). Aún así, considera que ha tenido suerte porque a su primo se le desmoronó media casa.

Jufash también es afortunado porque sus tierras de cultivo están en otra zona del municipio. En sus terrenos sigue los principios de la permacultura, un conjunto de prácticas e ideas para crear una producción agrícola sostenible que aplica conceptos del paisajismo, la agricultura ecológica, la ética y la filosofía.

FUENTES NATURALES

“Cada invierno tenemos tormenta de agua putrefacta y se nos inundan las calles. Todo apesta. Aquí tenemos olivos y esto afecta mucho a la calidad de las aceitunas y del aceite que dan”, lamenta Mohamed Abu Shama, otro vecino de Marda. En los meses fríos, este pueblo se convierte en un estercolero acuático y en los calurosos sufre restricciones de agua.

El municipio está conectado a la red de distribución de la compañía israelí Mekorot, pero en verano el suministro apenas llega y los vecinos se nutren de dos de las tres fuentes naturales que les dan de beber desde hace centenares de años. La tercera está en manos de colonos.