«Nos habéis roto el matrimonio», dice una pancarta. «No esposos, no iglesia, no fieles», reza otra. «El 90% aplazado hasta el 2021», añade la tercera.

Están guapísimas, con su vestido de blanco radiante y velo transparente en la cabeza. Todas posando de frente y de espaldas a la Fontana de Trevi, la misma en la que Anita Ekberg de la Dolce Vita, caminaba dentro del agua. Terminada la exhibición desfilan ordenadamente hasta el imponente edificio del Congreso, obra de Bernini, extribunal de justicia de los papas, y se colocan en el Hyde Park corner de Roma, donde se concentran las protestas frente al Parlamento.

De esta manera protestaron ayer algunas de las 50.000 novias que en estos tres meses no se han podido casar a causa de la pandemia, por aquello de evitar aglomeraciones. Muchas bodas han sido aplazadas hasta otoño, aunque la mayor parte hasta el 2021. Han sido también anuladas las bodas de extranjeros, unos 10.000, que eligen escenografías italianas y dejan en las arcas del país 540 millones al año, según el Centro Studi Turistici de Florencia.

A la simbólica vanguardia de las por ahora frustradas novias, les acompañaba un centenar de las 500.000 personas que trabajan en el sector, cuyas 83.000 empresas facturaron el pasado año 10.000 millones de euros.

En el 2019 se celebraron 220.00 ceremonias. «La pérdida estimada este año es de 26.000 millones de euros», dice Michele Boccardi, presidente de Assoeventi.