Luis Fernando Camacho llegó al Palacio Quemado, la sede del Ejecutivo, con aires triunfales. Al entrar exhibió una Biblia como si fuera su blasón. Se persignó, tendió el libro y dio gracias al cielo y a las armas que lo acompañaron en su marcha hacia La Paz. Luego cantó victoria. Con un verbo que por momentos recuerda al del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, este empresario de Santa Cruz, la región más rica de Bolivia, se alzó en la noche del domingo como uno de los protagonistas de la conjura contra Evo Morales. Una de las primeras cosas que hizo después de que se allanara el camino de la restauración conservadora fue festejar la posibilidad de una inminente cacería contra el presidente dimitido.

«Los militares le quitaron el avión presidencial y está escondido en el Chapare, ¡van por él!», celebró, aunque su deseo no se ajustaba necesariamente a la realidad. Se trataba entonces de transformarla a su gusto. Para eso estaba él en el centro de la escena. No en vano le llaman el Macho Camacho. Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) subestimaron el crecimiento de su figura fuera de Santa Cruz. Hasta les resultó risible que ese abogado y empresario con negocios en los seguros, el gas y los servicios y unas sociedades off shore familiares sacadas a luz en los papeles de Panamá se propusiera llegar a La Paz para cambiar la historia. Y llegó con una carta en la que se le exigía al presidente que abandonara el Palacio Quemado mucho antes de que este convocara a nuevas elecciones en un inútil intento tardío por detener la crisis. Integrante de la Logia Caballeros del Oriente, un selecto grupo que defiende la supremacía de la élite cruceña, descendiente de europeos, frente a los indios, Camacho ha conspirado intensamente contra Morales en los últimos años.

Hace 17 años, Camacho lideraba la Unión Juvenil Cruceñista, acusada de acciones racistas. Los incendios devastadores en la Chiquitanía le permitieron dirigir hacia La Paz los efectos de la catástrofe y cobrar mayor visibilidad. Las redes sociales le dieron la posibilidad de practicar el arte del denuesto y las fake news. Rechazó de inmediato el resultado de los comicios del 20 de octubre y le dio un ultimátum a Morales.

Llegó a invocar la figura del narco colombiano Pablo Escobar como modelo a seguir en lo que respecta al escarmiento de los enemigos. «Mañana empezamos las demandas», dijo y rechazó la idea de que promoviera la venganza. «No es odio. Se llama justicia divina», sentenció.