En una reciente entrevista en televisión, de la cadena ITV, le preguntaron a Jeremy Corbyn si el día de Navidad se sentaba a ver el tradicional discurso de la reina. «Es por la mañana, algunas veces lo vemos», fue la respuesta. La entrevistadora le miró asombrada. «Es a las tres de la tarde. Es cuando todo el mundo lo ve». Corbyn acababa de meter la pata, en uno de esos pequeños deslices en campaña electoral que cuestan caros. El aspirante a primer ministro no ve el discurso de la Reina, había tratado de ocultarlo y de nada valió que intentara justificarse, diciendo que el día de Navidad visitaba «refugios de los sintecho».

Los laboristas caminan hacia la cuarta derrota electoral. Si como indican unánimemente los sondeos el próximo jueves los conservadores ganan las elecciones, será en buena medida debido a Corbyn. El líder laborista es el candidato a dirigir el país más impopular de la historia, desde que existen las encuestas de opinión. Los británicos le aprecian aún menos, ahora que le conocen mejor, que en los comicios del 2017 y han seguido sus intervenciones semanales en la Cámara de los Comunes y han visto su comportamiento dubitativo, confuso y elusivo, en numerosos debates sobre el brexit.

RECHAZO GENERAL / El rechazo a su figura ha aumentado, al igual que ha disminuido el entusiasmo de las bases jóvenes, que quieren permanecer en Europa. Las sombras en su pasado, como la amistad con Hamas y Hezbollah, o su respaldo al IRA y a los caudillos izquierdistas latinoamericanos, le persiguen. «¿Vamos a poner la seguridad nacional en sus manos?», preguntan los conservadores. Recientemente, Corbyn ha demostrado ser incapaz de atajar el antisemitismo en el partido, un contencioso que ha cobrado gran relieve.

La impopularidad de Corbyn es tal que un gran número de candidatos laboristas ha decidido no mencionar su nombre durante la campaña para evitar salir perjudicados. Corbyn es «el hombre invisible», según The Sunday Times, con casi 200 candidatos silenciando cualquier mención a su líder en las octavillas de propaganda. El dominical ha analizado también 68.000 tuits enviados por los candidatos laboristas y sólo 1.899 (2,8%) mencionan a Corbyn. Lo contrario, exactamente, de lo que ocurre con el nombre de su rival, Boris Johnson.

El programa laborista da miedo a las clases medias, que en otro tiempo votaron a Tony Blair. Corbyn ha prometido la «revolución» con la que siempre soñó, convencido de que es lo que el país necesita. «En las últimas elecciones el suyo ya fue un programa marcadamente de izquierdas que no funcionó. Los laboristas perdieron», recuerda Patrick Dunleavy, profesor de Política de la London School of Economics. «Ahora, lejos de girar hacia el centro, insisten con un programa de extrema izquierda, mucho más radical aún». La campaña ha estado centrada en las carencias de la sanidad pública y la amenaza de privatización, en un futuro acuerdo comercial con Estados Unidos. También ofrece drásticas propuestas de un gasto imposible en servicios públicos, una subida de impuestos y varias nacionalizaciones. ¿Es eso lo que quieren los británicos? Al parecer, no.

ENCUESTAS DESFAVORABLES / Los laboristas han acabado la campaña como empezaron, por detrás de los conservadores, que les aventajan ya en 10 puntos en la semana decisiva. Las encuestas detectan fisuras incluso en el llamado «muro rojo», las antiguas regiones industriales y mineras, de las Midlands y el norte de Inglaterra. Allí siempre habían dominado los laboristas y ahora los conservadores confían en sacar provecho.

Las últimas encuestas son muy desfavorables para los laboristas. El Partido Conservador del primer ministro británico, Boris Johnson, ganará las elecciones generales del próximo jueves con mayoría absoluta, según indica una encuesta publicada ayer por el dominical The Sunday Times. El sondeo, efectuado por la prestidiosa firma YouGov entre 500.000 personas, prevé que los tories obtendrán el 43% de los votos, diez puntos porcentuales más que el Partido Laborista de Jeremy Corbyn.