«Tiene usted que modificar sus cifras; si no, van a pensar mal de la región».

—«Sí, sí, por supuesto; hay que corregir, para que Moscú no vea que son 72 (casos)»

—...

—«Usted es tan poco flexible; ¿por qué es difícil cambiar unas cifras que se apoyan en hechos?»

—«Eso no se hace solo con un clic; es difícil».

Este es el contenido de un diálogo a tres bandas entre el gobernador de la región rusa de Lipetsk, Ígor Artámov, y dos subordinados difundido en Telegram y reproducido por la página web Znak.ru. En la conversación, el máximo responsable regional exige a sus dos interlocutores que modifiquen cifras de contagio, aparentemente con la pretensión de no incomodar al poder federal. El servicio de prensa de la Administración regional ha admitido que la voz corresponde a la del propio Artámov, aunque sostiene que la conversación ha sido «sacada de contexto».

Se trata de una de las muchas filtraciones y acusaciones difundidas en los últimos días por la prensa independiente local, que apuntan a una manipulación deliberada de los datos epidemiológicos en Rusia, país que ocupa, tras EEUU y Brasil, la tercera posición mundial en cuanto a número de afectados, pero con la tasa de mortalidad más baja de los diez estados más golpeados por la epidemia del covid-19, cuatro veces inferior a la de Alemania incluso.

DATOS CUESTIONADOS / Borís Ovchinnikov, fundador de de Data Insight, una agencia especializada en estadísticas, acaparó titulares el pasado lunes al publicar en Facebook que las estadísticas epidemiológicas rusas «podían ser arrojadas directamente a la papelera». En conversación con este diario, explica el porqué. «A nivel federal, en 25 días del mes de mayo, en cuatro ocasiones la cifra de infectados ha acabado en 99; que semejante coincidencia pueda suceder es altamente improbable, concretamente del 0,011%», explica Ovchinnikov.

El investigador apunta dos explicaciones: «Por un lado, podría ser una manipulación individual, una suerte de redondeo a la baja, como sucede con muchos precios en los supermercados para lograr un efecto psicológico sobre el cliente; por otro, podría obedecer a un objetivo fijado por las autoridades desde arriba; en el primer caso, hablaríamos de una desviación de cientos de casos, en el segundo de miles». Ovchinnikov también ha observado contradicciones similares en las estadísticas de algunas regiones, como Krasnodar, en el Sur del país.

En una encuesta realizada por una aplicación de internet especializada en temas sanitarios y denominada Referencia del doctor, un tercio de los más de 500 médicos que participaron y que trabajan en centros del país donde se trata a enfermos de coronavirus admitieron «haber recibido instrucciones» de tipificar bajo otra enfermedad «a los pacientes de pneumonía asociada al covid-19» en los partes médicos.

Debido a todas estas sospechas, muchos observadores esperaban como agua de mayo los datos de mortalidad oficiales para abril, donde se constató que solo en Moscú hubo un 18% más de fallecimientos que en la media de los 10 años anteriores. Haciendo cálculos, algunos medios internacionales concluyeron que la cifra real de fallecidos a nivel federal podría ser un 70% superior a la proporcionada por fuentes oficiales. La difusión de estas cifras generó una airada reacción de las autoridades rusas, que, amparándose en una reciente ley que castiga duramente la difusión de noticias falsas referidas a la epidemia, amenazaron con retirar acreditaciones a los periodistas.

Frente a todas las acusaciones, el Gobierno ruso reitera que no manipula cifras, que su baja mortalidad es debida al elevado número de tests realizados, a la temprana decisión de cerrar fronteras cuando la epidemia arrancó en China y a la relativa juventud de su población en comparación con Europa Occidental, con una pirámide poblacional más envejecida.