Los socialistas franceses sabrán este domingo quién será su candidato a las elecciones presidenciales de abril, pero el vencedor de las primarias tendrá ante sí la difícil tarea de unir a un partido fracturado desde hace décadas que durante los cinco años de mandato de François Hollande no ha hecho más que ahondar sus divisiones.

Los dos rivales que llegan a la final -Benoît Hamon y Manuel Valls- representan las dos almas del socialismo francés y dos visiones antagónicas de la izquierda, como demostraron en el cortés pero duro cara a cara televisado celebrado el pasado miércoles.

El exministro de Educación, muy crítico con el giro liberal del presidente, y el exprimer ministro, obligado a asumir el balance de su paso por Matignon, divergen en su concepción del trabajo, de la política económica, de la ecología y del laicismo. Sólo están de acuerdo en los asuntos internacionales, por lo demás poco presentes en la campaña.

Mientras Hamon, de 49 años, habla de “ilusión” y de futuro “deseable”, abriéndose paso entre una población joven, multicultural y desencantada con la izquierda gubernamental que llena estadios, Valls, 54 años, lo hace de “credibilidad” y “realismo” sin apenas generar entusiasmo.

APOYO DE MONTEBOURG

El ‘outsider’ que ha dado la sorpresa al situarse por delante de Valls en la primera vuelta de las primarias, con un 36% de los votos, parte con ventaja al tener el apoyo del derrotado Arnaud Montebourg (17,5%), ‘rebelde' exministro de Economía que junto a Hamon fue expulsado del Ejecutivo en agosto del 2014 por discrepar de la política económica de Hollande.

Valls, mientras, logró hace una semana el 31,48% de los votos y no ha conseguido darle la vuelta a la dinámica ganadora de Hamon, a pesar de la agresividad mostrada en la última semana frente a su contrincante.

El exprimer ministro ha atacado por su coste “exorbitante” la propuesta estrella de Hamon, la renta universal de 600 euros; ha tildado de “ambigua” su postura frente al Islam radical y le ha reprochado su negativa “proteger a los franceses” al votar contra la última prolongación del estado de emergencia.

“Mi proyecto no es católico, no es judío, no es musulmán. Mi proyecto es de izquierdas, laico y republicano”, dijo en su último acto de campaña en Alfortville, cerca de París.

“No escatimaré ningún esfuerzo para unir a toda la familia socialista, a toda la izquierda. La victoria está al alcance de la mano en mayo si miramos hacia un futuro deseable”, proclamó Hamon en su último mitin, celebrado en Lille, bastión de la izquierda en el que logró el 53% de los votos hace una semana.

Allí recibió el espaldarazo de la alcaldesa y exministra de Trabajo Martine Aubry. “Has revitalizado la idea de progreso. No escuches a los gruñones que siempre llegan tarde cuando hay que estar a la altura de la historia”, le dijo.

A pesar de que las reglas del juego dicen que el perdedor se compromete a apoyar al ganador de las primarias, la posible victoria de Hamon ha generado movimientos en las filas de quienes apoyan a Valls.

DESVÍO DE VOTOS A MACRON

“La de Hamon es una izquierda marginada. Es la de Podemos y la de Corbyn”, resume la ministra de Familia y Derechos de las mujeres, Laurence Rossignol. Como ella, muchos pronostican una migración masiva hacia el exministro de Economía Emmanuel Macron, que tiene el viento a favor en su carrera en solitario hacia el Elíseo.

Paradójicamente, el golpe que ha supuesto para el candidato conservador, François Fillon, el escándalo de los supuestos empleos ficticios de su mujer, podría beneficiar también al antiguo protegido de François Hollande, que prueba suerte con su movimiento ‘En Marcha’, “ni de izquierdas ni de derechas”.