El grito que tras la muerte de George Floyd a manos de la Policía lanzan las calles de Estados Unidos clamando por justicia y cambios en un sistema con problemas estructurales de racismo llegó ayer a Capitol Hill. El primer debate en el polarizado Congreso de la propuesta demócrata para hacer reformas policiales que incrementarían sus controles y rendición de cuentas, no obstante, evidenció la intensa división partidista que amenaza con estancar cualquier acción federal significativa.

Ante el Comité Judicial de la Cámara Baja ha testificado el hermano de Floyd, Philonise. «No pude cuidar a mi hermano pero quizá hablando con ustedes hoy puedo asegurar que su muerte no sea en vano», dijo en un sentido alegato. «Sean los líderes que necesita este país, este mundo. Hagan lo correcto (...) Realicen los cambios necesarios que hagan de las fuerzas del orden la solución y no el problema».

Ese mensaje de reforma era en el que insistían los otros ocho testigos de los demócratas, que esperan sacar adelante su propuesta en la cámara que controlan a final de mes.

Los tres convocados por los republicanos, y los propios comentarios y preguntas de los congresistas conservadores, en cualquier caso, demostraban su interés en enmarcar la conversación en otros términos: poniendo en foco en incidentes violentos que han salpicado protestas mayoritariamente pacíficas, reduciendo la acción de los policías que mataron a Floyd como la de «manzanas podridas» y rechazando ideas (no incluidas en la proposición demócrata) que abogan por recortar fondos a departamentos de Policía. La Casa Blanca ha empezado a hablar con el único senador negro republicano, al frente de los esfuerzos para plantear su propuesta de ley. Y Trump participa hoy en Dallas en un coloquio con líderes religiosos, agentes del orden y pequeños empresarios.