La oposición en Bielorrusia ha vuelto a sorprender este domingo. Cuando todos daba por sentado que el movimiento contestatario iría a menos dadas las amenazas del presidente Aleksándr Lukashenko de desencadenar una represión sin cuartel por un lado, y las crecientes señales de una intervención encubierta del Kremlin en su apoyo por otro, decenas de miles de ciudadanos han vuelto a inundar las calles de Minsk para protestar por el resultado electoral del pasado 9 de agosto y exigir la marcha del poder del jefe del Estado. Desde la vecina Lituania, la líder opositora, Svetlana Tikhonósvkaya, se ha decarado orgulllosa de "los bielorrusos", que han superado el miedo "para exigir sus derechos".

Desde Minsk, los testigos presenciales aseguraban que el día había comenzado triste y lluvioso en el centro de la ciudad. Conscientes de la convocatoria de un nuevo acto de protesta por parte de la oposición, agentes repetían mediante megáfonos que todas las concentraciones ciudadanas estaban vetadas y que cualquiera que violara la prohibición se arriesgaba a ser arrestado, mientras el despliegue de seguridad mediante efectivos del Ejército se hacía cada vez más ostensible.

Finalmente, una masa ciudadana de hasta 200.000 personas, según Reuters, muchos de ellos con banderas rojiblancas, la primera insignia del país tras acceder a la independencia en 1991, ha desbordado de nuevo la avenida de la Indepedencia al igual que sucedió el pasado domingo, demostrando que el movimiento contestatario mantenía su capacidad de convocatoria.

Con chaleco antibalas

Hacia el final del acto, los manifestantes se acercaron a la residencia presidencial por vez primera desde que comenzaron las protestas en el pequeño Estado eslavo. Minutos más tarde, el servicio de prensa de la presidencia ha difundido un vídeo de Lukashenko aterrizando en el recinto a bordo de un helicóptero, enfundado en un chaleco antibalas y portando un fusil en la mano. Algunas informaciones apuntan que iba acompañado de su hijo Nikolái, también vestido de combate.