Libia no sale del abismo. Un nuevo conflicto intertribal ha estallado durante el fin de semana en las proximidades del aeropuerto internacional de Trípoli, la capital libia, que acabó con la vida, de momento, de medio centenar de personas, la mayoría civiles, según relataron a este diario milicianos de la tribu de Misrata, en la región de la Cirenaica (este).

Los hidrocarburos se hallan, otra vez, en el transfondo de esta micro-guerra que enfrenta a las tribus de Tarhuna, influyentes en el sur de Trípoli y a las tribus tripolitanas apoyadas desde la sombra por el Gobierno de Fayez al-Serraj, el único legitimado por Naciones Unidas. Este Ejecutivo de unidad nacional se formó el pasado 17 de diciembre de 2015 tras la firma de un pacto entre las diferentes milicias en Skhirat (Marruecos), aunque ha sido incapaz de superar la división de facto del país. Diferentes alianzas políticas y militares sentadas sobre una base tribal continúan rivalizando por el poder de uno de los países más rentistas. De hecho, las fracturas que marcan la escena política libia son prácticamente las mismas siete años después de la desaparición del régimen de Muamar Gadafi: centros de poder militaro-tribales compitiendo por la hegemonía política y económica. «Controlando el aeropuerto, pueden hacerse con el control del Banco Central situado en Trípoli», aseguraron aludiendo a las tribus que están protagonizando los enfrentamientos.

Miles de civiles, entre ellos migrantes hacinados en centros de detención, a la espera de embarcar y lanzarse a las aguas del mediterráneo, se hallan atrapados en medio de los combates que alcanzaron su punto álgido este fin de semana y que se iniciaron el pasado lunes. Han sido los peores desde que estalló el conflicto de 2014, días después de las elecciones, que quedaron deslegitimadas tras un nuevo reparto de poder entre las milicias de Misrata, opositores al anterior régimen, el centro de poder de Zintan y una alianza de progadafistas.