El Museo Nacional de la segunda guerra mundial de Nueva Orleans es un emocionante recorrido por una de las mayores epopeyas bélicas de la historia, la única reciente que podría considerarse justa. Fue la Alemania de Adolf Hitler la que desencadenó un conflicto que causó entre 50 y 80 millones de muertos, la mayoría civiles. El museo nos recuerda que el motor era la defensa de la libertad y de la democracia, según la versión occidental.

Aunque prima la información sobre las hazañas -y los reverses- estadounidenses, es justo con otros países occidentales. Lo es menos con la URSS: no le reconoce ni el mérito de la liberación de Auschwitz. Mezcla informaciones e imágenes dando la impresión de que fue EEUU.

El público, en su mayoría nacional, asistió en silencio a la proyección de un documental en 4D presentado por <b>Tom Hanks</b>. Los hombres de más edad podrían haber luchado en Corea; otros, en Vietnam. No vi jóvenes, más allá de algún colegio ¿Vincularán la gesta contra los nazis con este tiempo, y el retorno de las extremas derechas y del supremacismo racial, incluido EEUU? ¿Pensarán que sigue triunfando aquellos valores defendidos con tanta sangre?

El régimen nazi asesinó a cerca de 11 millones de personas en los campos de la muerte, entre ellos seis millones de judíos. Los aliados, que eran los buenos en esta guerra justa, cometieron también atrocidades: violaciones masivas de civiles, utilización de prisioneros como esclavos, el bombardeo de Dresde, Nagasaki. Nadie es inocente cuando desaparece la cordura. El museo repite la versión de que la bomba atómica de Hiroshima hizo innecesaria la invasión de Japón, que hubiera causado cientos de miles de muertos. La de Nagasaki tenía otro fin: informar al mundo del nacimiento de una superpotencia nuclear.

Mujeres en la guerra

Vivimos de recuerdos reducidos a lemas potenciados por Hollywood. Nada sobrevive puro, ni siquiera las guerras justas ni las revoluciones necesarias. Ahora que las mujeres de EEUU salen de nuevo a la calle a defender sus derechos sería bueno recordar a las millones de mujeres que se deslomaron en trabajos de hombres en la segunda guerra mundial, garantizando los suministros necesarios para la victoria. Ellas también pueden hablar de su lucha por la democracia. Igual que los afroamericanos, discriminados en casa mientras que peleaban por una libertad que no tenían.

De la segunda guerra mundial nació la Guerra Fría, y la conversión del mapamundi en un tablero de un juego que consistía en comerse países ¿Fue Vietnam producto de aquella victoria del Bien sobre el Mal? ¿Lo fue Irak en el 2003? ¿Lo fueron las torturas de Abu Ghraib y Guantánamo, las de las cárceles secretas de la CIA? ¿Lo es Afganistán? Algunos dirán: fue una guerra necesaria para liberar a los afganos de los talibanes ¿Están liberados? El Instituto Watson calcula que desde el 2001 han muerto cerca de 500.000 personas en las guerras de EEUU en Afganistán y Pakistán. Hablábamos de libertad.

Los museos de grandes efemérides, como este museo de la segunda guerra mundial de Nueva Orleans o el de la Revolución en La Habana, demandan actualización permanente de sus valores originarios, no tanto ampliar sus salas de exhibición. Bastaría un cartel en la salida que dijera continúa ahí fuera, y se llama realidad. La historia reducida a consignas dificulta el aprendizaje de los hechos objetivos, nos debilita como sociedad para hacer frente al olvido y a las mentiras, las del poder y las de la oposición.

Donald Trump no es Roosevelt, ni Obama, ni cualquiera de los dos Bush. Afirmar que es el peor presidente de EEUU de los últimos 70 años sería olvidar a Nixon, otro narcisista con complejo de inferioridad que desarrolló una audaz política exterior mezclada con una pésima política nacional. Cruzó la línea roja de la decencia democrática y tuvo que dimitir.

Aunque Trump la sobrepasa todos los días, no está maduro para el impeachment Le protegen los suyos, la desmemoria de casi todos y un mundo que cuando se llena la boca de democracia no está en 1939, sino en la venta publicitaria de un producto.

Nueva Orleans habla desde la música. Es una de las improntas de una ciudad mágica en la que nació el jazz. El Estado de Luisiana, que fuera el centro del comercio interior de esclavos, tiene un 60% de población negra y un 5,3% de hispanos, pero basta el 33% de blancos para que ganen los candidatos presidenciales republicanos. Ni siquiera venció Obama.

En unos años necesitaremos un museo para explicar nuestra época ¿Cómo lo llamaremos? ¿El museo de los idiotas? La mala noticia es que los idiotas somos nosotros, los que consentimos este disparate.