Los chilenos vamos a tomar una decisión que va a afectar nuestras vidas por décadas. Y yo, porque conozco muy bien a mis compatriotas, sé que vamos a elegir los caminos correctos». El multimillonario Sebastián Piñera se siente a un paso de ocupar otra vez el palacio de La Moneda del que salió cabizbajo, con un muy bajo índice de popularidad hace tres años. Gobernó el país entre el 2010 y el 2014 y, tras esa amarga experiencia, muchos creyeron que se dedicaría a lo que mejor que sabe hacer: mucho dinero.

Las elecciones celebradas ayer en Chile, para elegir al sucesor de Michelle Bachelet, a los nuevos diputados y a parte de los senadores, son para Piñera algo más que una revancha personal. Todo parece indicar que el candidato de Vamos Chile no va a lograr más del 50% de los votos en esta primera vuelta, pero que conseguirá la presidencia en la segunda vuelta del 17 de diciembre. La derecha retornará al poder, convencida de que, esta vez, lo retendrá por mucho tiempo.

Pocos son los que confían en las posibilidades del principal rival del magnate, el candidato oficialista Alejandro Guillier. De haber segunda vuelta, el máximo dirigente de Fuerza de Mayoría, que reclama la deshilachada herencia de Bachelet, necesitaría reunir a todas las agrupaciones de centro-izquierda e izquierda para convertir el milagro en realidad. La coalición que respaldó de manera abierta o crítica a la presidenta se partió en pedazos. Guillier necesita lo votos de Beatriz Sánchez (Frente Amplio), la demócrata- cristiana Carolina Goic, Marco Enríquez-Ominami (Partido Progresista), y algo más.

Entre el 2000, cuando Eduardo Frei abandonó la presidencia, y el 2016, el PIB de Chile creció el 64,6%. La economía, que depende del precio internacional del cobre, la sociedad y la misma Santiago se han modernizado a paso veloz. Aunque la política no ha seguido ese mismo ritmo, buena parte de las estructuras heredadas de la dictadura han sido desterradas. De hecho, en estas elecciones se ha dejado atrás el viejo esquema de Pinochet que cerraba paso a las minorías políticas. Se ha mejorado sustancialmente el cupo femenino. Por primera vez, y como consecuencia de los escándalos de financiación ilegal, los partidos han aceptado nuevas reglas para hacer propaganda.

APATÍA GENERAL / El año cierra con crecimiento del 1,4%, una inflación menor a los tres puntos y un paro del 6,7%. Nada de esto ha logrado sacar de la apatía a la sociedad. La lucha por el derecho al voto galvanizó a los chilenos en 1990. Al comienzo de esa década en la que se recuperó la democracia, votaron el 86% de las personas, pero 16 años más tarde lo hizo un 36%. El próximo presidente será, en cierto sentido, el fruto de un profundo desencanto.

El hecho de que Piñera haya pasado de ser un político repudiado a favorito en estas elecciones no encuentra explicaciones convincentes entre los analistas. Algunos señalan que el tímido espíritu reformista de Bachelet en las áreas tributaria, laboral y educativa no solo ha enemistado a los partidos de la coalición de Gobierno, sino que ha sembrado amarguras a derecha e izquierda. En un país con uno de los mayores índices de desigualdad en el reparto de la renta, donde la mitad de los trabajadores perciben 470 euros al mes, 11,3 millones de personas tienen deudas crediticias y 4,5 millones son morosos, Piñera ha prometido no solo poner freno al ideario progresista al que atribuyó el fracaso de llevar a Chile al inexorable «desarrollo», sino que también ha insistido en aquello que su electores más quieren oír: seguridad, consumo y la promesa de enriquecerse. Ser, en definitiva, como él.