Solidaridad entre prisioneros, intercambio de comida, olvidar amigos, familiares, todo. Son algunos de los desesperados métodos a los que se aferraban los prisioneros de la prisiónSadnaya, cerca de Damasco, para sobrevivir día a día en uno de los centros de detención del régimen sirio de Bashar el Asad.

Como parte de una campaña lanzada a mediados de agostocontra la tortura en las cárceles de Siria, la organizaciónAmnistía Internacional recoge algunos de los terroríficos testimonios de los supervivientes de Saydnay, que narran cómo tuvieron que aguantar las bajas temperaturas del invierno, observar cómo pegaban y mataban a sus compañeros, y turnarse para ser torturados.

Según un informe de la ONG, cerca de 18.000 personas han muerto bajo las torturas y abusos que se llevan a cabo en las cárceles de Siria desde el inicio de la guerra en 2011. Amnistía lo califica de crímenes de lesa humanidad.

"Solía decirme a mí mismo que aquello no era real, que era una película de terror que duraría 15 minutos y después se acabaría", dice uno de los testimonios. Pero no era ficción, aquello no acababa. "Tenía que sentarme y ver cómo los guardias golpeaban a los detenidos durante una hora con distintos objetos", cuenta. "Lloré las primeras tres veces, y me pegaron". La única solución, dice, era permanecer "completamente neutral" durante todo ese rato.

COMER, COMER, COMER

Cuando las fuerzas de un prisionero empiezan a mermar, "solo piensa en comida, se duerme y se despierta pensando en comida", dice Salam Othman, uno de los entrevistados por Amnistía. Como él, la hambre constante es una de las peores pesadillas de los prisioneros de Saydnay. Y la única solución es comerlo todo.

Llega un momento en que la piel de las naranjas y las cáscaras de huevo se convierten en un premio, dice otro de los testimonios. "Poníamos arroz, sopa, piel de naranjas y cáscaras de huevo dentro de un trocito de pan", cuenta, y añade: "Era asqueroso combinarlo todo, pero, de alguna manera, ayudaba".

Anas Hamado, otro antiguo prisionero de Saydnay, cuenta como a veces guardaban parte de la comida sin que los guardias los vieran para no pasar 24 horas sin comer nada. Una vez, comieron incluso durante el Ramadán, explica, pero los descubrieron, les hicieron desnudarse, les pegaron y les tuvieron a todos -eran 28- dentro de un diminuto cuarto de baño durante horas.

Otra forma de evitar morir de hambre era el intercambio de comida. "Esta actividad nos ayudó a sobrevivir", cuenta uno de los testimonios, que un día le dio parte de su ración de arroz y pan a un compañero. "El precio para esa media ración de pan era un trozo de pan entero, pero se podía pagar en plazos durante los cuatro días siguientes". De esta manera, dice, podían repartir la comida con los que sufrían más en cada momento y mantener activas sus mentes. "Antes, solo pensábamos en comer, comer, comer, comer".

SOBREVIVIR JUNTOS

A veces, las peores circunstancias traen lo mejor de las personas. A pesar del terror y el dolor diarios, la unión entre los prisioneros de Sadnaya les hacía un poco más fuertes. "Lo compartíamos todo y ayudábamos a cualquiera que estuviera perdiendo la cabeza", explica uno de los entrevistados por Amnistía.

Y lo importante es que, "un hombre laico y otro un musulmán suní devoto podían convertirse en mejores amigos". "Quizás fuera de la prisión nunca se pondrían de acuerdo, quizás incluso se odiarían", dice, "pero dentro, son familia".

De esta forma, algunos de los métodos utilizados por los detenidos para sobrevivir consistían, realmente, en un trabajo en equipo. Algunos se turnaban a la hora de ser torturados para evitar la muerte de los más débiles; otros unían sus mantas en inviernopara conservar mejor el calor. Al final, la solidaridad se convierte en la única arma de los prisioneros para luchar en esta terrible y verdadera "batalla para la supervivencia".