El Gobierno de ultraderecha brasileño concluye la semana con una nueva crisis política. Después de un nuevo récord de muertes por coronavirus, Nelson Teich, el ministro de Salud que tomó posesión hace 28 días, presentó su dimisión. Teich, un oncólogo que había construido su prestigio en el ámbito de la medicina privada, llegó al cargo en reemplazo de Luiz Henrique Mandetta, quien, al defender la cuarentena social provocó la ira del presidente.

Al igual que su antecesor, Teich decidió abandonar su puesto por dos razones convergentes: nunca terminó de entender el funcionamiento de la salud pública y, a la vez, comprobó que era insostenible la relación con el capitán retirado. La única certeza a la que llegó el ministro renunciante es que Brasil se acerca a un desastre por la pandemia. El país ya es el sexto del mundo con más casos, solo superado por EEUU, Rusia, Reino Unido, España e Italia. Las autoridades sanitarias reconocen que la pandemia ya ha matado a más de 14.000 personas.

El último chispazo entre Teich y Bolsonaro estuvo relacionado con el uso de la cloroquina para el tratamiento de los infectados. El presidente defiende a capa y espada la utilización de ese medicamento a pesar de que no se ha comprobado ningún efecto en la lucha contra la enfermedad.

De acuerdo con la prensa brasileña, el general Eduardo Pazuelo, a quien Bolsonaro había colocado como segundo de Teich, podría quedarse al frente. Otro candidato citado es el contralmirante Luiz Froes, director de salud de la Marina. De confirmarse cualquiera de esos dos nombramientos se ampliaría la presencia castrense dentro del Gobierno. Nueve de sus 23 ministros son militares. A la vez, las Fuerzas Armadas tienen representación en otros puestos estratégicos de la Administración.

Bolsonaro ve perplejo cómo se desarma su coalición. Semanas antes dimitió Sergio Moro como ministro de Justicia en rechazo al intento presidencial de intervenir a la Policía Federal para evitar que investigara a sus hijos.