El dinero es el cáncer de la democracia estadounidense: compra acceso e influencia sobre la clase política, y corrompe voluntades. Y esta campaña está siendo una ilustración palmaria de esa afirmación. El pasado de los dos candidatos está manchado de sospechas de tráfico de influencias, financiación irregular y cohecho. En el caso de Hillary Clinton, son las multimillonarias donaciones extranjeras a la Fundación Clinton y la posibilidad, ampliamente documentada, de que como secretaria de Estado y senadora tomara decisiones para favorecer a las empresas y gobiernos que han engordado generosamente los bolsillos de su familia. En el caso de Donald Trump, el rastro del dinero conduce hasta Florida y también apesta.

El 'Washington Post' publicó esta semana que, en el 2013, el ahora candidato republicano a la presidencia donó 25.000 dólares a un grupo dedicado a recaudar fondos para la reelección de la fiscala general de Florida, Pam Bondi. Ese regalo llegó solo cuatro días después de que su oficina hiciera público que estaba sopesando sumarse a la demanda del estado de Nueva York contra la llamada Universidad Trump. Esa ‘universidad’ era en realidad un seminario para enseñar los secretos del mercado inmobiliario, un negocio que dejó cerca de 40 millones de dólares en las arcas del magnate durante la década que estuvo operando y que ahora se enfrenta a varias demandas por fraude y publicidad engañosa en Nueva York y California.

Trump donó el dinero a la fiscala general de Florida a través de su fundación familiar, saltándose las reglas vigentes para las organizaciones sin ánimo de lucro, por lo que tuvo que pagar una multa posterior de 2.500 dólares. En cualquier caso, días después de que untara la campaña de Bondi, la oficina de su fiscalía anunció que no se sumaría a la demanda neoyorkina.

Durante toda la campaña, Trump se ha presentado como el hombre capaz de regenerar el sistema político estadounidense y acabar con la influencia corrosiva de los intereses especiales y los grupos de presión. Repite a menudo que "el sistema está amañado",cuando él mismo ha reconocido que ha utilizado en numerosas ocasiones las donaciones políticas para comprar favores. "Yo era un hombre de negocios. Daba [dinero] a todo el mundo. Cuando llamaban les daba. Y cuando necesitaba algo de ellos dos años más tarde o tres años, estaban allí para mí. Cuando les llamo me besan el culo. ¿Está claro?”, dijo durante un debate de las primarias.

INTERESES EMPRESARIALES

A lo largo de los años, Trump ha donado a diestra y siniestra para impulsar sus intereses empresariales, independientemente del color político del destinatario. A finales de los 90, cuando trataba de abrir un casino en Florida en un proyecto conjunto con una tribu india, organizó un evento de recaudación de fondos para el gobernador Jeb Bush en la Trump Tower y donó 50.000 dólares al Partido Republicano de Florida para tratar de doblegar su oposición a los casinos. Más recientemente, en el 2013 y el 2014, donó 35.000 dólares a la campaña de Greg Abbott, el actual gobernador de Tejas, el mismo que en el 2010, siendo fiscal general, desestimó la investigación contra la Universidad Trump.

Pam Bondi ha declarado que la decisión de no sumarse al litigio la adoptó su oficina sin que ella terciara en el asunto. Puede ser. Lo cierto es que meses después, en marzo del 2014, Trump albergó para ella en su mansión de Mar-a-Lago en Palm Beach un evento de recaudación de fondos a 3.000 dólares el cubierto por el que Bondi recaudó 150.000 dólares para su campaña, según 'The Huffington Post'. No fue el único gesto para la fiscala. Esa misma primavera, Ivanka Trump y su padre donaron otros 125.000 dólares al Partido Republicano de Florida, la principal fuente de fondos electorales para la jurista rubia de 50 años. Sobra decir que Bondi se precia de ser amiga de Trump y respalda activamente su campaña a la presidencia.

CORRUPCIÓN POLÍTICA

Todo este fango ha vuelto a poner al magnate inmobiliario frente al espejo, socavando su mensaje de cruzado contra la corrupción política y especialmente de los Clinton. La campaña de Hillary ha declarado que hay “muchas cosas cuestionables” en el cambalache trumpiano en Florida, y su marido, el expresidente Bill Clinton, ha tratado de diferenciar las actividades de su fundación y la de Trump. “Mi fundación ayuda a la gente”, dijo en un mitin en Orlando. “La de Trump se usa para comprar a vuestro fiscal general”.

Pero Bill Clinton no es exactamente la persona más adecuada para dar lecciones de ética política, teniendo en cuenta las alegaciones que pesan sobre su fundación y el dinero que ha ganado por sus discursos, algunos de ellos pagados por oscuras entidades y personajes indeseables.