El Parlamento británico debatirá la polémica visita de Estado alReino Unido cursada a Donald Trump el 20 de febrero. Lo hará después de que una petición solicitando que cancele el viaje haya recogido 1.700.000 firmas en un tiempo récord. Theresa Mayha insistido en que la invitación se mantendrá, pero la escala de las protestas está creando una fuerte presión sobre la primera ministra.

Si el lunes decenas de miles de británicos se manifestaron contra el presidente norteamericano en 40 ciudades del país, ahora 73 diputados se han sumado a la revuelta y han firmado una moción “deplorando” las recientes actuaciones de Trump y pidiendo que no se le permita dirigirse al Parlamento en caso de que viaje al Reino Unido.

Muchos de los que se oponen a la visita echan en cara a la primera ministra la celeridad con que se ha realizado la invitación, solo días después de que Trump asumiera el cargo. Otros presidentes, muchos más populares, como Barack Obama hubieron de esperar hasta su tercer año en la Casa Blanca.

El que fuera secretario permanente del Foreign Office entre el 2006 y el 2010, Peter Ricketts, ha hecho notar que no hay precedentes de un presidente americano invitado a una visita de Estado durante su primer año en el cargo.

LA REINA, EN SITUACIÓN DIFÍCIL

En medio de la polémica está la reina de Inglaterra. “Hubiera sido más juicioso esperar y ver qué tipo de presidente resulta ser antes de aconsejar a la reina invitarle”, señala Ricketts. “Ahora la reina ha sido puesta en una posición difícil”.

El líder laborista, Jeremy Corbyn, ha pedido que se aplace la visita, aún sin fecha, aunque es probable que tenga lugar en otoño.