Joseph Robinette Biden Jr. se ha convertido este miércoles en el 46º presidente de Estados Unidos en una ceremonia a los pies del Capitolio sin apenas público y en una ciudad completamente militarizada para prevenir unas amenazas que no se han cumplido. El demócrata ha apelado a la unidad para vencer las crisis solapadas que enfrenta el país, acechado por la pandemia, la recesión económica y una fractura política que desembocó hace dos semanas en un intento fallido de insurrección en el Congreso. “Hemos aprendido que la democracia es un bien preciado y frágil. Pero en esta hora, amigos míos, la democracia ha prevalecido”, afirmó el sucesor de Donald Trump. Cerca suyo estaba Kamala Harris, la primera mujer en ocupar nunca la vicepresidencia del país.

Esta no fue una investidura al uso, todo un reflejo de los enormes desafíos que enfrenta el nuevo presidente. En el National Mall, ocupado en otras ocasiones por cientos de miles de estadounidenses, no había esta vez más que un mar de banderas para recordar a las 400.000 víctimas del Covid-19. El público ni siquiera pudo llegar a la Avenida Pensilvania para jalear el recorrido de Biden hasta el Congreso, completamente aislado por varios perímetros de seguridad controlados por 25.000 militares de la Guardia Nacional armados y con trajes de fatiga. La decepción entre los pocos ciudadanos que salieron a la calle era palpable, uno de los legados del presidente saliente, que se va sin desautorizar a los millones de estadounidenses que consideran a Biden un presidente ilegítimo.

“Sé que hablar de unidad estos días puede sonar como una fantasía tonta. Sé que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales”, dijo el antiguo senador demócrata y ex vicepresidente de Barack Obama, uno de los grandes representantes de esa vieja política que tanto añoran muchos estadounidenses tras el caos de los últimos años. “La unidad es el único camino hacia delante”. Biden no quiso desgranar su programa ni ajustar cuentas con su rival, aunque le dedicó varias referencias cruzadas al comprometerse a combatir al supremacismo blanco o a recuperar la verdad como instrumento esencial del discurso político.

La suya fue una alocución corta que reflejó la gravedad del momento. "Tenemos que acabar con esta guerra entre republicanos y demócratas", afirmó tras jurar el cargo con una Biblia que ha pertenecido a su familia desde hace 128 años. Y nuevamente reiteró que la prioridad de su mandato será hacer frente a la pandemia, que sigue situando a EE UU al frente del mundo, con más de 24 millones de contagios desde su inicio.

Ausencia notoria

La ceremonia de investidura se ha llevado a cabo y con sola la presencia de unos 1.500 invitados, entre ellos los expresidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, y con la notoria ausencia del presidente saliente, Donald Trump que esta mañana ha abandonado la Casa Blanca con destino a su residencia en Florida. "Volveremos de alguna manera", ha dicho Trump antes de salir de Washington en el AIR Force One. Tras la marcha de Trump de la Casa Blanca, ha trascendido que tanto él como su mujer han dejado sendas notas de bienvenida a los nuevos inquilinos, según fuentes citadas por la CNN que no han podido aclarar el contenido de estos mensajes.

Biden ha pasado la noche en la Blair House, la residencia oficial para invitados en Washington. La jornada del nuevo mandatario, que en Twitter ya ha celebrado que es "un nuevo día en Estados Unidos", ha arrancado con una misa a la que ha acudido también Harris. Después la comitiva se ha desplazado hasta la sede del Congreso norteamericano.