El ratón Mickey ha concluido hoy su larga marcha. Disney ha inaugurado su parque temático en Shanghái, primero en la China continental, tercero en Asia y sexto en el mundo. Ninguno le ha costado tantos sudores y renuncias (eso seguro) y ninguno le reportará tantos beneficios (probablemente).

Hubo de aparecer Barack Obama en Shanghái en 2009 para aceitar la firma del parque cuando los campesinos ya habían sido desalojados diez años atrás pero seguía sin verse por ahí un albañil y menos un ratón gigante. La noticia vino acompañada de escepticismo por la retahíla de comunicados y desmentidos anteriores, a veces con horas de diferencia.

Fueron necesarios cinco años de construcción, una inversión que ronda los 5.000 millones de euros y negociaciones febriles con las autoridades para que la fauna de Disney debutara hoy.

MAYOR INVERSIÓN

El parque es la mayor inversión de la multinacional en el extranjero. Contará en su primera fase con una superficie de 3,9 kilómetros cuadrados en los que se apretarán las seis zonas de ocio, hoteles y restaurantes. El icónico palacio en Shanghái será el más alto de entre sus colegas y la tecnología más rutilante permitirá atracciones inéditas.

No es el único rasgo diferenciador. Los centros de Tokyo o Hong Kong son meras fotocopias del original pero las autoridades del Partido Comunista de China han impuesto condiciones severaspara evitar que la colonización económica desemboque en sodomización, como se había oído en una polémica anterior por la apertura de una cafetería Starbucks en la Ciudad Prohibida.

El parque es auténticamente Disney pero distintamente chino, ha aclarado la multinacional en adaptación libre del socialismo con características chinas que rige la economía nacional. Los doce animales del horóscopo chino tendrán una presencia destacada, la célebre canción del Rey León se entonará en mandarín y los restaurantes servirán panecillos rellenos de carne y otros platos locales.

Detrás está el resquemor gubernamental a la invasión de la cultura occidental. China ha prohibido en el pasado los dibujos animados extranjeros y durante el mandato del presidente Xi Jinping se han multiplicado las advertencias sobre el estilo de vida y valores que Occidente introduce con su industria del entretenimiento.

MILLONES DE VISITANTES

Las renuncias han alcanzado al modelo inversor. Disney ha sido obligada a formar una 'joint venture' con un conglomerado de compañías estatales que se ha quedado con el 57% del accionariado. No es probable que Disney hubiera aceptado tales condiciones en otro país pero tampoco hay otro país como China.

Unos 330 millones de personas (más que la población total estadounidense) viven a menos de tres horas en coche o tren de las instalaciones, donde se esperan unos 15 millones de visitantes en el primer año. El contexto económico también habrá aflojado las condiciones negociadoras de Pekín, que necesita con urgencia estimular el consumo interior que releve a las exportaciones y manufacturas como motor del crecimiento económico.

En ese plan destaca lo que 500 millones chinos de clase media puedan invertir en la industria del ocio y el entretenimiento.