En Park Won-soon convergían un acreditadísimo luchador contra el acoso sexual y un probable acosador sexual. La muerte del alcalde de Seúl ha dividido al país sobre cómo juzgar esa biografía esquizofrénica y, más urgentemente, sobre cómo enterrarlo. Son las tensiones previsibles cuando los viejos cimientos confucianos y patriarcales son embestidos por las nuevas sensibilidades.

Park era un intachable político de 63 años que apuntaba a la presidencia hasta la hace 15 días. El 9 de julio, siete horas después de que su hija denunciara su desaparición, fue encontrado muerto en una zona boscosa cercana a su residencia oficial. Había dejado una nota en casa: Pido perdón a todos. Gracias a los que me han acompañado en la vida. Lo siento por mi familia, a la que sólo he causado dolor. Trascendió que una subalterna le había denunciado por acoso sexual en la víspera. La mujer, referida como A en la prensa nacional, desveló que se había alargado durante cuatro años. Incluyó mensajes obscenos y fotos en ropa interior, peticiones de visitas nocturnas para abrazarle o besos en una rodilla malherida, según su abogada. Será imposible demostrarlo porque la ley nacional extingue los procesos penales con la muerte del sospechoso. Los críticos de Park despreciaron su suicidio como una suprema y última cobardía que priva a la víctima del consuelo legal.

No sorprendió la polémica por ese funeral diseñado para un prócer que contemplaba un altar en el ayuntamiento durante cinco días cuando la casuística ordena tres. Una carta con más de medio millón de firmas pidió al Gobierno que relevara la pompa por una discreta y urgente incineración sin cargo a las urnas públicas. La carta fue ignorada y hasta el altar se acercaron 20.000 ciudadanos para despedirse de su alcalde a pesar de la prudencia que recomienda la pandemia y la recia lluvia. Colegas de la oposición como Ahn Cheol-soo, del Partido del Pueblo, pidieron que se examinara el comportamiento de los servidores públicos. Ryu Ho-jeong y Jang Hye-yeong, del Partido de la Justicia, dieron su apoyo a la víctima y excusaron su ausencia. Los periodistas que preguntaron por el acoso sexual fueron urgidos a respetar el duelo y algunos fueron insultados.

ACTIVISTA CONTRA LA DICTADURA

Park no era un cualquiera. Se forjó en el activismo democrático, fue encarcelado por sus campañas contra la dictadura y fundó variadas organizaciones de derechos humanos. Su victoria en las elecciones a la alcaldía de Seúl en el 2011 fue una saludable revolución en un gremio político esclerotizado y no le costó renovar el cargo gracias a sus políticas sociales y de apoyo a los desamparados. En ningún ámbito destacó más que en la defensa de las mujeres. A las más históricas sentencias contribuyó como abogado: la primera condena por abusos sexuales contra un policía en 1988 y, una década después, la primera en el ámbito laboral. Ya desde el consistorio facilitó viviendas sociales para solteras, se definió como feminista y aplaudió el movimiento #metoo. Era liberal, reformista, enérgico y carismático, la apuesta más sólida para la presidencia de un partido aturdido por los escándalos. Ahn Hee-jung, gobernador de la provincia de Chungcheong, fue condenado a tres años de cárcel por violación y Oh Keo-don, alcalde de Busan, dimitió por abusos sexuales. Son más admirables los esfuerzos del presidente, Moon Jae-in, por pacificar la península que por extinguir las tropelías en sus filas.

Ki-Young Shin, profesora de Estudios de Género en la japonesa Universidad de Ochanomizu, sostiene que la concentración de poder convierte a los líderes en intocables. Los alcaldes o gobernadores varones tienen una tremenda autoridad en sus instituciones. Por ejemplo, son potenciales candidatos a la presidencia. La mayoría del personal que los rodea también son hombres e impera una estricta jerarquía en la que se compite por su atención. La reputación del líder es la clave del éxito por lo que existe una fuerte motivación para cubrir cualquier error o abuso que pueda dañarla, opina.

LA LACRA DE LA DISCRIMINACIÓN

La historia en Occidente y la lógica sugieren que el desarrollo económico y la igualdad de géneros caminan juntos. Asia lo desmiente. Las sociedades surcoreana y japonesa son las más avanzadas y las más discriminatorias. Corea del Sur ocupa el puesto 115 en la clasificación de igualdad de géneros elaborado por el Foro Económico Global. El movimiento #metoo irrumpió con brío dos años atrás y ya han sido condenados por acoso eminencias de la política, la cultura, la religión, el deporte y otros sectores tradicionalmente impunes. El feminismo ha empujado a los hombres de todo el mundo a abrazar la causa o al prudente silencio, pero en Corea del Sur ha surgido una fragorosa reacción de los que se creen estigmatizados y perseguidos o ven en las cuotas un injusto freno a su valía laboral. El 56% de los jóvenes señalaban la batalla de los géneros como la principal causa divisoria de la sociedad en una encuesta del pasado año.

No era tibio Park, responsable de que las surcoreanas disfruten hoy de más derechos gracias a una lucha tan gigantesca como su cinismo. El doble drama de los abusos y el suicidio exigió la concatenación de errores individuales y culturales, argumenta Alice Haddad, profesora de Estudios de Asia Oriental de la Universidad de Wesleyan. Espero que todos aprovechen las oportunidad para comprometerse a mejorar la moral de nuestro comportamiento y fomentar el respeto en las comunidades, sostiene. Ha llegado el momento de que Corea del Sur preserve su legado y entierre a la persona.