Desde que Donald Trump es presidente, ha engordado el presupuesto del Pentágono, ha acelerado la modernización del arsenal nuclear e incluso ha puesto en marcha una iniciativa para crear una Fuerza Espacial capaz de librar guerras en la estratosfera. Una política a la que acaba de añadir un nuevo elemento: ha anunciado un plan para expandir significativamente las defensas antimisiles de EE UU, un nuevo regalo para la industria armamentística.

La nueva estrategia recuerda los planes más grandilocuentes de la guerra fría y aspira a contrarrestar los avances en la producción de misiles balísticos de Corea del Norte e Irán, así como el desarrollo por parte de Rusia y China de misiles de crucero de última generación, balísticos de corto alcance o los llamados vehículos supersónicos sin motor. «Nuestro objetivo es sencillo: asegurarnos de que podremos detectar y destruir cualquier misil lanzado contra EEUU desde cualquier lugar y en cualquier momento», dijo el presidente durante un discurso en el Pentágono. El plan sirve para actualizar por primera vez desde el 2010 la estrategia de defensa antimisiles estadounidense, inaugurada en gran medida por Ronald Reagan en los años finales de la guerra fría.

La iniciativa es ambiciosa y tiene sus componentes futuristas, casi como si fuera una reedición de la llamada Guerra de las galaxias de Reagan. Propone inversiones millonarias para fortalecer las defensas ya existentes, pero también para estudiar nuevas capacidades como un sistema de sensores instalado en el espacio para detectar misiles y rastrear su trayectoria. El Pentágono no le ha puesto precio a la nueva empresa, pero en cualquier caso dependerá de la voluntad del Congreso. No será barato. Desde finales de los años ochenta, Washington se ha gastado cerca de 300.000 millones en sus sistemas antimisiles.

Los planes galácticos concebidos a finales de la guerra fría nunca llegaron a tomar cuerpo. Y el actual sistema estadounidense es relativamente sencillo. El país dispone de varios interceptores instalados en Alaska y California que despegan desde tierra y destruyen los misiles de ataque durante su trayectoria. Pero es un sistema que no siempre funciona. De la decena de ensayos realizados desde el 2004, solo cinco cumplieron su objetivo, la última vez en 2017.