En una balanza donde Donald Trump coloca «la ley y el orden» y la «justicia», el primer platillo pesa más para el presidente de Estados Unidos. Así se deduce de la orden ejecutiva que el mandatario firmó ayer para abordar reformas en la policía estadounidense, sacudida de nuevo por las sombras de brutalidad y racismo tras los recientes casos de George Floyd y Rayshard Brooks.

El decreto queda lejos de las demandas de cambios profundos que cientos de miles de personas han pedido en las calles en protestas, propuestas como la de redirigir fondos de la policía a programas sociales o incluso desmantelar departamentos a las que Trump mostró ayer una vez más su rechazo frontal, asegurando que «sin policía hay caos, sin ley hay anarquía y sin seguridad hay catástrofe».

NUEVA FALSEDAD / Su decreto es también más modesto que cambios planteados por los demócratas en una propuesta de ley en el Congreso o los que han empezado a abordar departamentos de policía locales. Trump, no obstante, lo ha definido de «histórico», asegurando con una falsedad que su predecesor Barack Obama y Joe Biden, entonces vicepresidente y ahora su rival electoral, «no hicieron nada».

La orden ejecutiva de Trump, que nace débil al no ir acompañada de una asignación económica, tiene tres pilares. Uno es crear una base de datos nacional donde se registrarán actos de mala conducta policiales. Otro trata de emparejar a trabajadores sociales y expertos en salud mental con los agentes.

Y un tercero es crear incentivos para que las policías locales mejoren la formación y acreditación en cuestiones como desescalada de tensiones y uso de fuerza, dando prioridad a los departamentos que lo hagan en la obtención de becas federales.

Según anunció Trump, incluye la prohibición de usar tácticas de inmovilización por ahogo como las que se usaron letalmente contra Floyd y Eric Garner, aunque dejando la posibilidad de que se empleen cuando los agentes teman por su vida, un análisis subjetivo que hasta ahora les ha dado laxitud.

DEFENSA a ULTRANZA / Donald Trump puede haber actuado parcialmente movido por la presión social pero no ha cambiado un ápice su postura.

Antes de la firma, el mandatario se reunió en privado con familiares de negros fallecidos a manos de la policía o de ciudadanos con trazas racistas erigidos en vigilantes, pero al presentar su decreto en el jardín de la Rosaleda los protagonistas de su discurso fueron los policías, de quienes hizo una defensa a ultranza, diciendo que «en muchos sitios están infrafinanciados, infradotados de personal e infrapoyados» y asegurando que «el número y el porcentaje de policías malos es muy pequeño».

Como desde que empezaron las protestas, el mensaje del presidente estadounidense fue el de «ley y orden», lo que, dijo, «quieren y demandan los estadounidenses, aunque algunos ni siquiera saben que eso es lo que quieren».

Y una vez más volvió a obviar cualquier problema de racismo sistémico, desvirtuando las protestas ciudadanas y centrándose solo en actos de pillaje y vandalismo que se vivieron sobre todo hace semanas. Además, y según recoge Efe, dejó claro de nuevo que se opone «rotundamente» a la petición de reducir los fondos a los departamentos de policía e invertir algunos de ellos en las comunidades, un clamor que ha resonado en las protestas del movimiento Black Lives Matter.

Trump se comprometió a trabajar con el Congreso en «medidas adicionales», pero está por ver si en Capitol Hill se logra un acuerdo. La propuesta demócrata pasará la Cámara Baja que controlan pero tiene futuro incierto en el Senado, de mayoría republicana, opuesta como el presidente a una medida que rebajaría la «inmunidad cualificada» de policías.

En la Cámara Alta los republicanos presentarán hoy su propia propuesta. Lo hará Tim Scott, el único senador republicano negro.