Los números no cuadran ni en los análisis más optimistas, solo un tercio de la población lo aprueba y el consenso entre la mayoría de expertos es que se dispararán la deuda y la desigualdad a través de un esquema de redistribución de la riqueza que beneficia a los más ricos y a las grandes corporaciones y no a la clase media como se había prometido. Aun así, Donald Trump y los republicanos han logrado sacar adelante su reforma fiscal.

Las mayorías en las dos Cámaras y el respaldo de legisladores que han dejado de tener reticencias garantizan la aprobación de la denominada Ley de Empleos y Recortes de Impuestos. La Cámara de Representantes le ha dado luz verde este martes al mediodía y aunque el Senado lo va a hacer de madurgada, no se esperan reveses. Trump podrá firmar la ley, como quería, antes de Navidad.

Aunque el presidente prometió en campaña que no tocaría las pensiones o la asistencia sanitaria para mayores, los republicanos en el Congreso ya han anunciado que esa es su próxima meta. De momento, la reforma eliminan la obligación de contratar un seguro médico (o pagar una multa). Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, eso dejará a 13 millones sin seguro.

La norma consolida una tributación mejor para las rentas de capital que para las del trabajo y aligera las obligaciones fiscales más para empresas que para individuos. Y la tesis que defienden los republicanos es que las nuevas condiciones ventajosas para las corporaciones, que verán una inédita reducción de sus tasas desde el 35% hasta el 21% y dejarán de pagar el impuesto mínimo alternativo, incentivarán el crecimiento económico, la creación de empleo y las mejoras de los sueldos, supliendo el coste de la medida.

Esa tesis, no obstante, está desacreditada por la mayoría de economistas. Altos directivos reconocen que priorizarán el reparto de beneficios entre sus accionistas. Y aunque Trump asegura que la reforma pone a EEUU «a las puertas de un milagro económico» donde el crecimiento podría llegar al 4%, nadie coincide en esa previsión.

Se habla como mucho de un repunte «modesto» y breve, dado el envejecimiento de la población. Incluso desde Wall Street bancos como Goldman Sachs creen que «el efecto a partir de 2020 y más allá parece mínimo y podría de hecho ser ligeramente negativo». Familias e individuos también verán reducidos a partir del 1 de enero sus impuestos (con una tasa máxima del 37% frente al 39,6% que estaba en vigor hasta ahora) pero para ellos las rebajas son temporales y expirarán en ocho años (las de las grandes empresas son permanentes). Y además, los grandes beneficiados de la reforma no son los integrantes de la clase media y trabajadora, sino los más ricos entre los ricos.

«En general los hogares con mayores ingresos reciben recortes mayores de media», concluyño el Tax Policy Center, cuyo último análisis también apunta a que esa disparidad se intensificará en 2027. Entonces el 53% de los estadounidenses pagarán más impuestos, el 82,8% de los beneficios de la reforma irán al 1% más rico de la población (que se ahorrará de media más de 20.000 dólares al año) y el 0,1% de la población que ingresa 5,1 millones de dólares anuales o más se ahorrará de media casi 150.000 dólares. Los beneficios para las grandes fortunas no acaban ahí. Aunque no se ha eliminado el impuesto de sucesiones se ha doblado la cantidad exenta por propiedades, acciones y otros bienes hasta los 11 millones de dólares para individuos y 22 millones para parejas. Y promotores inmobiliarios como Donald Trump y su familia se han beneficiado de una medida, añadida a última hora.

Los republicanos, que no lograron tumbar Obamacare, le han dado un duro golpe. A partir del año 2019 eliminan la obligación de asegurarse (o pagar una multa). Según la Oficina de Presupuesto del Congreso eso subirá las pólizas y dejará a 13 millones sin seguro.