Era la última oportunidad antes de que comiencen las primarias demócratas para presentar credenciales, zancadillear al rival, convencer a la legión de indecisos o desmarcarse del resto de contendientes que aspiran a disputar la presidencia a Donald Trump en noviembre. Una noche aparentemente reservada para el ingenio y los fuegos artificiales. Pero los seis candidatos que participaron el martes en el último debate televisado antes de que comience a votarse en las llanuras nevadas de Iowa acabaron comportándose como si no hubiera nada en juego. Les salió un debate comedido, predecible e insulso, un banquete dialéctico sin carne ni pescado. Los izquierdistas Bernie Sanders y Elisabeth Warren fueron los mejores, pero nada sugiere que la velada sirviera para alterar la trayectoria de las encuestas.

Esas encuestas anticipan uno de los caucus en Iowa más reñidos de las últimas décadas. No hay un claro favorito, como pasó hace cuatro años con Hillary Clinton, que no obstante estuvo cerca de perder ante Sanders el primer envite de las primarias. El veterano socialista de Vermont ocupa el primer lugar en el último sondeo publicado por la CNN y Des Moines Register con un 20% en intención de voto, seguido por Warren, el alcalde Pete Buttigieg y el exvicepresidente Joe Biden en cuarto lugar, a cinco puntos de Sanders.

Más a perder que ganar

Bernie es también el candidato que más ha recaudado en el último trimestre y tiene seguramente la mejor estructura de campaña en los estados que abrirán las primarias. Solo en Iowa dice contar con 10.000 voluntarios para tratar de dar el golpe el 3 de febrero. En el debate de Des Moines, la somnolienta capital de Iowa, Bernie tenía más que perder que otros candidatos. Su campaña ha estado diciendo que Warren es la «candidata de las élites», una figura incapaz de añadir nuevos votantes al zurrón demócrata. Y para acabar de emborronar su imagen de jugador de equipo, la senadora de Massachusetts contó la víspera que, en una conversación privada del 2018, Sanders le dijo que no pensaba que una mujer fuera capaz de arrebatarle la presidencia a Trump.

Bernie negó haber hecho ese comentario. «Cómo es posible que alguien en su sano juicio pueda decir que una mujer no puede ser presidente», apostilló antes de subrayar que Hillary le ganó el voto popular a Trump en el 2016. Warren y Sanders compiten por los mismos votantes. Representan al ala más izquierdista del partido, la que más que cambiar de presidente quiere cambiar radicalmente Estados Unidos.