Casi la mitad de norcoreanos están malnutridos. Contra ellos confabulan la incapacidad de sus dirigentes, las sanciones internacionales y el clima. La economía alcanza simas inquietantes incluso para los estándares norcoreanos. El último informe de la ONU esboza un cuadro calamitoso que debería de precipitar el fin de la partida diplomática de ajedrez pero lo visto en la cumbre de Hanói con EEUU sugiere lo contrario.

La producción alimentaria del pasado año registró sus peores niveles en una década. Bajó desde los 5,45 millones de toneladas hasta las 4,95 millones, lo que supone una contracción del 9%. La ONU habla de escasez de terreno arable, desastres naturales y falta de maquinaria moderna y fertilizantes.

«La malnutrición amenaza a toda una generación de niños», ha advertido Tapan Mishra, coordinadora de la ONU en el país asiático. Unos 800.000 norcoreanos carecen de los servicios médicos más elementales y casi un millón y medio está al margen de cualquier asistencia alimentaria. Ninguna ayuda alcanzó a 190.000 guarderías y 85.000 niños con severas carencias nutricionales. La ONU calcula que el país necesita urgentemente 120 millones de dólares (106 millones de euros) en ayuda humanitaria.

El cuadro remite a la ardua marcha, como se conoce a las hambrunas de los años 90. No hay cifras oficiales pero se calcula que murió entre el 5% y el 10% de la población. Norcoreanos huidos de su patria explican que los cadáveres en las calles, víctimas del frío y el hambre, eran una visión cotidiana.

Sanciones

No siempre fue así. Corea del Norte era en los años 40 del pasado siglo el país más industrializado de Oriente, solo superado por Japón. En 1970 todavía aventajaba a su vecino del sur y en la década siguiente, aunque sin excesos, podía alimentar a su pueblo. Pero la gestión irresponsable, las sequías y el mastodóntico gasto militar le abocaron al desastre. Corea del Norte destinó a Defensa entre el 2004 y el 2014 una cuarta parte de su PIB, de lejos el mayor porcentaje en el mundo. Algunos analistas aseguran que los recortes han alcanzado al mimado estamento militar.

Kim Jong-un, al alcanzar el poder en el 2011 tras la muerte de su padre, anunció que su prioridad era la prosperidad de su pueblo y en la tradición nacional sonó contracultural. Emprendió la política byungjin, que compatibiliza la carrera nuclear con la calidad de vida de la población y jubila el principio de «lo militar lo primero» de Kim Jong-il. Su hoja de ruta copia sin reparos la receta china: zonas económicas especiales, permiso para que los agricultores vendan los excedentes y la legalización de mercados privados.

Pero las sanciones internacionales han arruinado sus planes. Su economía se contrajo un 3,5% el pasado año, el peor registro desde aquella ardua marcha. Y las perspectivas no parece que vayan a mejoran tras la cumbre de Hanói. ¿Por qué fracasó? Según Trump, Kim quería el fin de todas las sanciones económicas. Replicó Corea del Norte que solo exigió el levantamiento de aquellas relacionadas con la población civil y que castigaban la vida de sus ciudadanos.