Mehdi dice que no sabe, que no entiende la pregunta, que nunca lo había pensado, que no sabe qué haría si le deportasen de nuevo a Afganistán. Ríe, mira a los lados y se rasca la nuca. "Supongo que volvería a escapar. No quiero pensar en ello. Allí es imposible vivir", dice de pié delante de su tienda en el campo de Moria, donde vive, desde hace una de semana, con su familia. Salieron de Afganistán hace dos meses. Entraron a Irán con visado y, desde allí, a Turquía de la mano de traficantes. Atravesaron la península Anatolia en dos semanas, en un minibús, rezando para que la policía no los parase.

Hace una semana cruzaron el mar Egeo en barco: ahora están en Grecia. "Esperamos ser recolocados a Atenas y, de allí, a algún país del resto de Europa. Tenemos confianza en la Unión Europea", dice. No lo tendrán nada fácil: en el 2016, los países de la UE firmaron un acuerdo con el Gobierno de Afganistán por el que Bruselas se comprometía a dar más ayudas humanitarias a Kabul a cambio de que el Ejecutivo de Kabul aceptase el retorno de refugiados.

TEMOR

Las peticiones de asilo de los afganos ya no son prioritarias. Muchos de los que llegan a Grecia reciben el estatus de refugiado, pero otros tantos no. Desde el 2015 algunos miles han sido enviados de vuelta. El Gobierno griego da asilo al 99% de los sirios que llegan, el 95% de los palestinos, el 86% de los eritreos, 80% de los somalís y 75% de los iraquís.

Los afganos se quedan en el 69% y por esto, porque muchos de ellos son rechazados, son la segunda mayor comunidad de refugiados en Grecia: 15.000 personas. Solo les queda esperar; aguardar la carta que les mandará de nuevo a Afganistán.

"PAÍS SEGURO"

La Unión Europea considera Afganistan como un país seguro. Los números dicen lo contrario. Desde enero de 2018, unos 3.000 civiles han muerto en atentados perpeados por los talibanes y el Estado Islámico. Durante el último mes, en la capital los ataques han sido diarios.

"Esto lleva siendo así durante diez años. La diferencia es que ahora los atentados se centran en ciudades. Por eso nos damos más cuenta. Pero el nivel de violencia en Afganistán sigue igual desde hace cinco o seis años. Y igual, en este contexto, significa constante y devastador", explica Said Sabir Ibrahimi, investigador de la Universidad de Nueva York.

La historia viene de lejos. Primero llegaron los soviéticos, que en 1979 intentaron imponer un régimen comunista. Fallaron, los talibanes tomaron el control y ahí entraron los estadounidenses. Durante estos 40 años de guerra han muerto casi un millón y medio de civiles, según las estadísticas.

En la actualidad, los talibanes controlan o tienen presencia en el 50% del territorio del país. "Los civiles son el objetivo y los ataques contra mezquitas chiís se han multiplicado —dice Ibrahimi—. El 40% de la población es terriblemente pobre y no se prevé una solución al conflicto, como mínimo, en varias generaciones. La gente busca paz y seguridad; una vida normal. Esto en Afganistán no existe. Por eso la gente se va".