Tres jóvenes se asoman a la barandilla con la copa en la mano y se desgañitan mientras progresan los antidisturbios por una de las arterias céntricas. «Policía basura», «Hong Kong libre»… Es una ira tan desbocada como efímera. Perdidos de vista ya, regresan al sano disfrute de un sábado noche. Hong Kong ha entrado en su tercer mes de protestas con la dinámica fragorosa ya asentada y los enfrentamientos callejeros como signo identitario de un territorio que había sublimado el sosiego y la concordia. La jornada de ayer nació con la incógnita de si la prohibición policial de la marcha y la cancelación por parte de los organizadores dejaría a los antigubernamentales en casa. El balance dejó similares escenas que en las manifestaciones legales: choques furiosos y sin bridas, asedios a comisarías, cócteles molotov y adoquines por un lado y gases lacrimógenos y cañones de agua por el otro, agentes infiltrados con vestimenta oscura entre los activistas, vandalismo, disparos al aire, recíprocas acusaciones de brutalidad…

Los activistas se reunieron a primera hora, en el albor de la tormenta, para rezar por los pecados de Carrie Lam, jefa ejecutiva y ferviente católica. El sarcasmo mutó en guerrilla urbana con los ataques a la sede del Parlamento y el rápido contagio por todo el distrito de Admiralty. Los antigubernamentales montaron barricadas y repelieron los avances de la Policía.

cócteles molotov / Desde un paso elevado fueron recibidos con adoquines de tamaño respetable y cócteles molotov que explotaron a escasos metros. Ante ese cuadro, se antojó más seguro tragarse los gases lacrimógenos desde el bando contrario.

La Policía usó por segunda vez los cañones de agua para dispersar a los manifestantes. Esta vez dotó al chorro de un tinte azul para identificar con más facilidad a los congregados, pero la táctica se reveló inútil por su horrible puntería. Los activistas añadieron los incendios a su repertorio. Consiste en amontonar todo el mobiliario urbano de la zona, especialmente conos y otras señales de tráfico, y prenderles fuego cuando se aproximan las fuerzas de seguridad. Es el imprescindible peldaño que cada fin de semana sube el frente antigubernamental en sus protestas y que, respondido desde la policía también con más brío, convierte la falta de mártires en un milagro.

El día transcurrió con las escaramuzas por los distritos de Central, Admiralty o Wanchai. Las protestas en el corazón comercial y financiero de la excolonia alumbran improbables postales como los antidisturbios ajustándose su recio material contra la fachada del icónico centro comercial Times Square o los jóvenes en los jardines del Parlamento. Es improbable que Hong Kong escape de esta agitación porque la negociación es imposible. La agencia Reuters desvelaba esta semana que Lam planteó a Pekín ceder en las dos exigencias más posibilistas de los antigubernamentales y recibió una negativa rotunda.

NEGOCIACIÓN IMPOSIBLE / Por delante queda un camino hacia el abismo. A medianoche solo persistían esporádicos focos. El grueso se había marchado ya. Unos esgrimían el miedo a que Hong Kong dicte la draconiana ley de emergencia y otros preferían reservar fuerzas. Un mensaje se había extendido horas atrás por las redes sociales: «Mañana, todos al aeropuerto».