Estados Unidos retirará a casi la mitad de los militares que mantiene desplegados en Irak antes de que acabe el mes, un paso que le permitirá al presidente Donald Trump dar peso a sus promesas electorales para acabar con las "guerras eternas" de su país en Oriente Próximo. El repliegue contempla la vuelta a casa de 2.000 soldados, de los 5.200 que siguen todavía en el país árabe, una cifra que se ha mantenido inamovible desde que Washington redoblara su presencia en la región en 2016 para doblegar a las milicias yihadistas del Estado Islámico. La reducción del contingente se acabó de pactar hace tres semanas con las autoridades iraquís, concretamente durante la visita a la capital estadounidense de su primer ministro, Mustafa al-Kadhimi.

Esta menor presencia nos permitirá seguir asesorando y ayudando a nuestros socios iraquís a erradicar los últimos restos del ISIS en Iraq y asegurarnos de que son derrotados, ha dicho el general Kenneth McKenzie, jefe del Comando Central del Pentágono, encargado de la lucha contra el yihadismo. McKenzie subrayó que la decisión es una muestra de confianza hacia las fuerzas de seguridad iraquís y su campaña en curso para impedir que el ISIS pueda resurgir de sus cenizas. Al mismo tiempo permitirá al Pentágono reducir los riesgos de que sus tropas sean atacadas por las fuerzas proiranís sin perder de vista la evolución del Estado Islámico, que mantiene células durmientes en el país y no ha dejado de ser una amenaza, según dijo Kadhimi en su visita a Washington.

Pero también servirá para que Trump pueda abanderar su compromiso de acabar con las guerras heredadas de sus predecesores, uno de los mensajes más reiterados en la reciente Convención republicana. Es una promesa a medias porque EE UU mantiene todavía a más de 8.000 soldados en Afganistán, a los que hay que sumar los 3.200 que seguirán en Irak.