A veces no hace falta diplomacia sino un milagro, que parece imperativo para que Estados Unidos y Rusia vuelvan a estar en la misma página sobre Siria. 12 días después de sellar en Ginebra un acuerdo de cese de hostilidades que debía abrir el camino a la entrega de ayuda humanitaria y a una colaboración militar entre Washington y Moscú, ese pacto se ha desmoronado por completo, con el bombardeo a un convoy de ayuda el lunes como último mazazo. Y pese a prometer tras una reunión enNueva York el martes que siguen esforzándose para reavivarlo, algo que las dos potencias intentarán en un encuentro el viernes, la tensión y el enfrentamiento vividos este miércoles en una reunión en el Consejo de Seguridad de la ONU hace muy difícil ver cómo pueden ser capaces de entenderse.

En la reunión del Consejo (que paradójicamente se había convocado para celebrar el pacto), Serguéi Lavrov y John Kerry se han enfrentado con un fuego cruzado donde las palabras han sido las bombas. El ministro de Exteriores ruso ha insistido en rechazar responsabilidad por el bombardeo del convoy humanitario y ha retratado el conflicto sirio como “consecuencia directa” de intervenciones militares extranjeras en la región.

Y un sardónico Kerry ha dicho que al escuchar a su homólogo ruso se ha sentido “en un universo paralelo” y, también armado de ironía, ha cuestionado que la oposición a la que apoya Washington pueda sentarse a negociar con el Gobierno de Bashar el Asad. “¿Se supone que tienes que sentarte y tener una conversación feliz en Ginebra mientras el régimen lanza bombas?”, se ha preguntado.

Pese al tenso enfrentamiento y al cruce de acusaciones, Kerry y Lavrov insisten en decir que hay esperanza y el jefe de la diplomacia de Obama ha sugerido que un primer paso sería que todos los actores accedieran a dejar en tierra sus aviones en zonas de combate.