Portugal se dispone este domingo a renovar su Parlamento y la confianza en el Partido Socialista del primer ministro, António Costa, que en los últimos cuatro años, con una estabilidad política que es la envidia de la familia socialdemócrata europea, ha pilotado una recuperación que ha sorprendido al mundo. Unos buenos datos macroeconómicos que le han permitido satisfacer las demandas de sus socios parlamentarios de izquierda y revertir parte de los duros recortes impuestos al país durante el rescate de la troika (2011-2014) han alumbrado lo se conoce como la "vía portuguesa" o el "milagro portugués": el fin de la austeridad sin poner en peligro los compromisos con Bruselas.

Un milagro que no está no exento de amenazas. Pero aunque la mejoría de las finanzas públicas es incontestable y los niveles de bienestar de los portugueses también, la economía ofrece signos inquietantes. La recuperación se sustenta en dos pilares: las exportaciones (que suponen más del 40% del PIB) y el turismo (que suma el 15%) según un estudio de Caixabank Research- un mal asunto en épocas de turbulencias globales como las que se avistan de nuevo en el horizonte.

Joao Borges de Assunçao, profesor de la prestigiosa Escuela de Negocios de la Universidad Católica de Lisboa, es de los que se resisten a hablar de milagro, aunque sí admite que la "recuperación ha ido mejor a Portugal que a otros países" y subraya que cuando el actual Gobierno asumió el despegue ya se había producido. "El déficit ya se había relajado y no eran necesarios tantos ajustes; si a ellos sumamos la buena la buena marcha de la economía europea, la recuperación se dispara en el 2015 pero es lineal desde el 2013".

Cerca del déficit 0

Rescatado en el 2011 con 78.000 millones de euros a cambio de un duro ajuste, los números son incontestables. El país ha acabado prácticamente el déficit, que este año será del 0,2%, el paro ha regresado a niveles del 2004 (6,3%), ha comenzado a reducir la deuda pública todavía del el 121,5% del PIB- y el crecimiento es sólido desde hace cinco años, por encima de la media de la UE.

Con las cuentas saneadas, el Gobierno ha liquidado algunos de los recortes impuestos por la troika. Se ha subido el salario mínimo de los 500 a los 600 euros (lejos de los 900 en España), se han revalorizado las pensiones y los funcionarios han recuperado lo que perdieron durante el rescate en forma de reducción de la jornada laboral, restitución de pagas y días festivos.

Se han reducido impuestos a las rentas más bajas a la par que se han aumentado algunos indirectos. Medidas que han ido acompañadas de un plan para atraer inversión extranjera, con jugosas deducciones fiscales a profesionales y jubilados y visados a cambio de inversiones inmobiliarias.

El 'Ronaldo' de la Economía

El FMI ha hablado del país como una "lección para Europa y el resto del mundo", después de cobrar en el 2018 los 26.000 millones de deuda, que Portual decidió liquidar para ahorrarse 100 millones en intereses. Aún debe 50.000 euros a la Comisión Europea y al Banco Central Europeo, que no obstante han premiado el ingente esfuerzo del país que hasta el 2014 tuvo intervenido dando la presidencia del Eurogrupo al ministro de Finanzas portugués, Mario Centeno, conocido como el "Ronaldo de la economía" y defensor a ultranza de la ortodoxia fiscal. Un compromiso que ha llevado al Gobierno portugués a reducir la inversión pública a uno de los niveles más bajos de Europa, por debajo del 2,2% del PIB.

Esa política ha hecho estrangulado la Sanidad, que en el 2018 recibido la partida presupuestaria más baja de los últimos 15 años. Las huelgas han sido constantes en ese sector, y también en la Educación, pero en la segunda mitad de la legislatura, casi todos los sectores públicos los que han salido a la calle en un momento u otro.

Para Borges de Assunçao, el Gobierno socialista no ha destruido el legado recibido del anterior Gobierno, "sino que lo ha hecho suyo, abrazando los mismos objetivos fiscales y cambiando algunos cosas, pero el dibujo es el mismo". Algo en lo que coincide el politólogo António Costa Pinto, quien subraya que al apadrinar el ajuste financiero, Costa actúa como un político "responsable"ante una sociedad, la portuguesa, que sufrió como pocas el mazazo de la crisis y que ahora soporta lo que algunos llaman una "austeridad light", con resultados sino milagrosos sí aleccionadores.