Un año y dos meses. Es lo que ha durado la esperanza de que Annegret Kramp-Karrenbauer pudiera suceder a Angela Merkel al frente de Alemania. Es el tiempo transcurrido entre el congreso en el que AKK (acrónimo con el que popularmente se conoce Kramp-Karrenbauer) fue elegida presidenta de la CDU y su anuncio de ayer de que renuncia a presentar su candidatura a la cancillería y de que pretende abandonar la dirección del partido democristiano.

El continuismo centrista cuando Merkel se retire del poder -como muy tarde en otoño de 2021- será, por tanto, imposible. La retirada de AKK, elegida por la propia cancillera para sucederla, dará paso a una lucha de poder en el seno de la democracia cristiana de la que saldrá victorioso un hombre que, muy probablemente, dará un giro conservador al partido más votado de Alemania.

«La separación entre la cancillería y la presidencia del partido, y la cuestión abierta de la candidatura a la cancillería debilitan a la CDU en una fase en la que la política en Alemania necesita de una CDU fuerte», dijo AKK en una rueda de prensa en la Konrad-Adenauer-Haus, la sede democristiana en Berlín. AKK confirmaba así una decisión que ya había sido previamente filtrada a medios y agencias alemanas.

TURINGIA, LA ÚLTIMA GOTA / La todavía presidenta de la CDU razonaba así su decisión de tirar la toalla tras un debilitamiento que se había hecho cada vez más visible en los últimos meses. La crisis política de Turingia fue la gota que colmó el vaso: la CDU votó la semana pasada de mano de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) a favor de un candidato del minoritario FDP en el Parlamento del pequeño estado federado.

La federación democristiana regional de la CDU votó junto con la ultraderecha para evitar la investidura de Bodo Ramelow, candidato de La Izquierda y ganador de las elecciones, y pese a que AKK les había repetido que ello contravenía las directrices del partido. La ruptura de la disciplina y del llamado cordón sanitario escenificada en Turingia demostraba la incapacidad de AKK de defender su liderazgo y la dejó en una situación muy precaria.

lA RESPUESTA DE MERKEL / «He recibido la decisión con el mayor de los respetos, aunque también digo que la lamento», reaccionó Merkel al anuncio de su protegida. «Me puedo imaginar que no ha sido fácil», añadió la cancillera, que ve como su apuesta política se va superada por las circunstancias. AKK se mantendrá como ministra federal de Defensa hasta el final de esta legislatura, tal y como anunció ella misma. Por ver está si el fin de esta legislatura también supondrá el adiós definitivo a su carrera política.

Este nuevo terremoto en el seno de la CDU, sumado a otros episodios como el de Turingia o la creciente influencia de la ultraderecha en la agenda política del país, pone en evidencia un fenómeno que va más allá de la democria cristiana: la crisis de los partidos tradicionales se ha instalado en Alemania. La CDU hace tiempo que se despidió de resultados cercanos al 40% de los votos. La próxima despedida de Merkel, un ancla de estabilidad para la CDU y para Alemania, difícilmente no agravará esa crisis.

El adiós prematuro de AKK abre de nuevo la carrera por el liderazgo de la CDU y por la candidatura a la cancillería alemana, una lucha que había quedado aplazada en el último congreso de la formación conservadora del pasado diciembre.

Cuatros son los nombres que se barajan: el abogado Friedrich Merz, antiguo rival de Merkel que fue derrotado por AKK en el congreso de 2018 y que apuesta por un giro a la derecha para intentar cerrar el flanco electoral abierto por los ultras de AfD; el centrista Armin Laschet, actual primer ministro del estado de Renania del Norte-Westfalia, donde está la federación más importante del partido conservador; el joven Jens Spahn (39 años), actual ministro federal de Sanidad, una de las voces más críticas con la cancillera Merkel y de su política migratoria; y Markus Söder, presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) - partido hermano de la CDU en Baviera - y defensor de valores tradicionales.

El ganador tendrá que decidir qué posición adopta la CDU ante la ultraderecha, cuyo ascenso es fundamental para entender los tiempos convulsos que vive la antaño imperturbable democracia cristiana alemana.