El futuro de Donald Trump empezó a dirimirse ayer en el Capitolio. El Senado abrió el tercer juicio político de la historia contra un presidente de Estados Unidos en medio de una guerra fratricida entre demócratas y republicanos sobre las reglas que regirán el proceso. Los parámetros presentados la víspera por la mayoría conservadora anticipaban un juicio expeditivo, sin pruebas para respaldar las alegaciones ni garantías sobre la comparecencia de testigos, pero fueron modificados ligeramente a última hora para hacerlos algo más digeribles.

No sirvió de mucho. Los demócratas impugnaron esas reglas nada más abrirse la sesión tras acusar a sus rivales políticos de buscar el «encubrimiento» con una «farsa» judicial. «Más que un juicio injusto, ni siquiera sería un juicio», esgrimió Adam Schiff, jefe del equipo de fiscales.

TAPAR LA VERDAD / Nada ha cambiado desde que comenzó el impeachment hace cuatro meses. La polarización es extrema; el partidismo, extenuante; el diálogo, estéril. El que debía ser un proceso para tratar de esclarecer si Trump incurrió en «altos crímenes y faltas» al presionar a Ucrania para que investigase a sus rivales políticos, se ha convertido en un proceso para tratar de ofuscar la verdad con toda clase de trabas por parte de sus aliados republicanos. «Los cargos que se imputan al presidente no solo son ridículos sino peligrosos para nuestra República», dijo el jefe del equipo de abogados de la defensa, Pat Cipollone. «Tras escuchar los alegatos iniciales, la única conclusión será que Trump no hizo nada malo».

Esa conclusión parece predeterminada, dada la mayoría republicana que impera en el Senado y el miedo de sus legisladores a romper con un presidente que ha conquistado a las bases del partido. Pero también dependerá de las reglas que presidan el juicio, que debían adoptarse por votaciónayer mismo. Inicialmente los conservadores se comprometieron a emular el modelo seguido durante el impeachment de Bill Clinton hace 21 años, pero han acabado adoptando un marco más restrictivo.

Cada bando tendrá 24 horas para exponer sus alegatos iniciales, repartidos en un máximo de tres días. La pelota pasará entonces a los senadores, que ejercen de jurado y tendrán 16 horas para presentar por escrito sus preguntas a los abogados de las partes. Y solo al final del proceso se considerarán las mociones para determinar si se cita a algún testigo o se pueden incluir nuevos documentos como prueba.

«La decisión más importante en este caso es la que ustedes adoptarán hoy (por ayer)», dijo Schiff después de que el presidente del Supremo, John Roberts, abriera el debate. «¿Tendrá el presidente y el pueblo estadounidense un juicio justo?». Tal como está planteado podría quedar visto para sentencia a finales de la semana que viene, un plazo récord en la historia de estos procesos, que como mínimo han durado cinco semanas.

En su intento por finiquitarlo rápido, el líder de los conservadores, Mitch McConnell, llegó a plantear un plazo de 48 horas para los alegatos iniciales. Trump ni siquiera asistió.