Después de una campaña tempestuosa y extraordinariamente atípica, los estadounidenses han salido este martes a votar con la sensación de que el futuro del país está más que nunca en juego. Las colas frente a los colegios electorales han sido la norma, sin que se hayan registrado al cierre de esta edición incidentes significativos. Las encuestas auguran un resultado muy apretado, aunque la demócrata Hillary Clinton, que podría convertirse en la primera mujer al frente de Estados Unidos, tiene más probabilidades de victoria que el republicano Donald Trump, el empresario multimillonario que ha convertido al populismo en una fuerza capaz de pelear por el poder en la cuna moderna de la democracia. El país está completamente polarizado, lo que augura unos próximos cuatro años muy difíciles.

El próximo presidente heredará un país ansioso, muy descontento con su clase política e imbuido de un cierto fatalismo, como si los mejores días de EEUU hubieran pasado. También deberá gestionar una guerra en varios frentes del extranjero que dura ya tres lustros y tomar medidas para que la riqueza que genera el crecimiento económico se distribuya de forma más equitativa. El margen de maniobra dependerá en gran medida del resultado que salga de las legislativas porque este martes se vota también para renovar al completo la Cámara de Representantes y una parte del Senado. Los demócratas tienen algunas opciones de recuperar la Cámara alta, pero la baja seguirá en manos de los republicanos. A menos que el talante del Congreso cambie radicalmente, como desea la ciudadanía, el obstruccionismo volverá a ser la norma.

Aquí se vota en día laborable. La jornada suele ser festiva, pero el rechazo de Trump a reconocer el resultado de las urnas de antemano, ha generado esta vez un clima de inquietud. El magnate ha pedido a sus seguidores que acudan a los colegios electorales a vigilar el voto, después de repetir hasta la saciedad y sin ninguna prueba en la mano que las elecciones están “amañadas”. En varios puntos del país, algunos electores han denunciado conductas agresivas o intimidatorias al ir a votar. Gente que les recibía gritando con un megáfono o que se acercaba con consignas a viva voz. “En Florida seguimos recibiendo un número substancial de quejas de intimidación a los votantes”, le ha dicho al diario 'The Washington Post' la presidenta de un comité de abogadas que está monitorizando el voto.

IMPUGNACIÓN EN NEVADA

En Nevada, uno de los estados decisivos, la campaña de Trump ha dado los primeros pasos para impugnar el resultado. En una demanda presentada hoy en los tribunales acusan al interventor general de uno de sus condados de alargar dos horas el cierre de las urnas el pasado 4 de noviembre para favorecer a los demócratas en el voto anticipado. Los demócratas han respondido a la demanda calificándola de “frívola”. El juez ha desestimado la petición de no contabilizar los votos.

Los candidatos presidenciales han madrugado para votar. Clinton lo ha hecho primero cerca de su casa de Chappaqua, en el estado de Nueva York, bajo un cielo despejado y envalentonada por varios seguidores. "Me siento humilde", ha dicho la exsecretaria de Estado, que a sus 68 años disputa sus segundas presidenciales: “Soy consciente de la responsabilidad que esto implica. Mucha gente cuenta con el resultado de estas elecciones y lo que supondrán para nuestro país”. El electorado demócrata ya no son las masas de trabajadores que apoyaban al partido hace décadas. Su coalición ha cambiado y está compuesta por los jóvenes, las clases medias de los suburbios y las minorías que, más que nunca, pueden ser claves en esta elección.

ENTRE VÍTORES Y ABUCHEOS

Trump ha votado en Manhattan, a solo unas manzanas de sus oficinas en la Trump Tower. Acompañado por su mujer Melania y su hija Ivanka, el magnate fue recibido en las puertas del colegio electoral entre vítores y abucheos. “Me siento estupendamente”, le dijo a un reportero exudando confianza. “Vamos a ganar muchos estados, aunque quién sabe lo que pasará al final”, dijo poco antes en una entrevista a Fox News. “Muchos sondeos se equivocan de forma deliberada, no creo ni que entrevisten a la gente”. Trump es adicto a las encuestas. Cuando lo sitúan por delante, las publicita hasta la saciedad. Cuando no lo hacen, dice que son basura.

Para ganar estas elecciones, el neoyorkino tendrá que prevalecer en casi todos los estados bisagra, que son casi una docena. Imposible no es, pero sí muy difícil. Su suerte depende en gran medida de que la clase trabajadora blanca bata records de participación.

En esta jornada electoral, también se renuevan 44 parlamentos estatales y más de una decena de gobernadores. Numerosas iniciativas populares, relacionadas con la marihuana, las armas o el salario mínimo, también están en juego.