Desde el pasado 31 de marzo, cientos de jóvenes se reúnen al caer la tarde en la emblemática plaza de la República de París para celebrar asambleas, debatir y organizarse en torno a diferentes comisiones de trabajo. Un movimiento similar al de los indignados españoles bautizado como ‘Nuit Debout’ (Noche en vela) que se extiende por toda Francia y empieza a traspasar las fronteras del país.

Les une el rechazo a la política de los partidos tradicionales y la búsqueda de una democracia participativa que escuche al ciudadano. La protesta contra la reforma laboral del presidente François Hollande fue sólo el detonante de una movilización que plantea una ‘convergencia de luchas’ y pide un cambio de sistema.

El sociólogo e investigador del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), Michel Fize, autor de ‘La juventud abandonada’ (‘Jeunesse à l’abandon’. Mímesis, 2016), interpreta el fenómeno como "una revancha de los ciudadanos contra las élites”.

-¿Cuál es el perfil de la gente que se reúne en la Plaza de la República?

-Es muy variado. Hay representantes de partidos de izquierda, de extrema izquierda, anarquistas, muchos jóvenes sin pertenencia política ni sindical, simples ciudadanos, como en el caso de los indignados españoles. También hay jubilados. Son todos los olvidados de la clase política.

-¿Las motivaciones son las mismas que vimos en la Puerta del Sol o en la Plaza de Catalunya en el 2011?

-Sí. Entonces fue una reacción a la crisis económica y un rechazo a la clase política. Aquí pasa lo mismo. La crisis golpea especialmente a los jóvenes desde hace mucho tiempo. Hay ocho millones de pobres, seis millones de jóvenes en paro y la mayoría de los que trabajan lo hacen en precario.

-¿Qué futuro tiene el movimiento? ¿En qué se puede convertir?.

-Si Nuit Debout no se organiza, morirá. En España surgió Podemos, que decidió participar en el juego político tradicional, estar dentro del sistema para contestar las decisiones del Gobierno y reorientar un poco la política. Aquí, eso no puede hacerlo nadie.

P.-¿Habrá en Francia un partido como Podemos?

-No. Es imposible porque, desgraciadamente, quien juega el papel de Podemos en Francia, quien tiene audiencia, es el Frente Nacional.

-¿Quién podría capitalizar políticamente Nuit Debout?

-Nadie. La situación de los partidos políticos muestra lo que yo llamo la “miseria política”. Los partidos se hunden -el Partido Socialista en cabeza- y penden de un hilo pero aguantan por un sistema que, aunque agotado, les hace inevitables. Mientras haya un sistema de elección mayoritaria sin representación proporcional, seguirán muriendo durante años.

-¿Los partidos tradicionales deberían preocuparse por la amplitud del movimiento Nuit Debout?

-El poder tiene más miedo de la movilización estudiantil contra la reforma laboral, porque los jóvenes siempre han ganado la batalla de la calle. Pasó en 1994 con el contrato de inserción profesional de Edouard Balladur y en el 2006 con el contrato de primer empleo de Dominique de Villepin. Al Gobierno le inquieta más eso que la Plaza de la República, que es una concentración desmontable y festiva que se retira todos los días cuando les obliga la policía.

-El rechazo a la reforma y el de los indignados ¿son movimientos diferentes?

-Sí. El primero es el de una contestación clásica, no revolucionaria. La UNEF [principal sindicato estudiantil de Francia] sigue un proceso de reparación, para eliminar la precariedad y permitir a los jóvenes el acceso al trabajo y a la vivienda. Nuit Debout es un movimiento constructivo, es la revancha de los ciudadanos contra las élites, que ha tenido en la reforma laboral su desencadenante.

-¿Por qué no hay jóvenes de banlieue o de origen inmigrante ni en las manifestaciones contra la ley ni en la Plaza de la República?

-Porque no tienen la fuerza para ir a manifestarse y tienen una relación muy complicada con la palabra. Como Nuit Debout gira en torno a la expresión, los jóvenes más desfavorecidos no se encontrarían cómodos en este tipo de concentraciones. No están hechas para ellos. Se sienten inferiores respecto a jóvenes con un nivel cultural superior al suyo. Cuando no se tienen palabras, el modo de expresión es la violencia, pero detrás de ella hay un sufrimiento. Los alborotadores son jóvenes olvidados, como vimos en la revuelta de las banlieues en el 2005.