El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, viajará este lunes a Bruselas para reunirse con la plana mayor de la Unión Europea, en un encuentro que se prevé trascendental para desencallar la actual crisis migratoria ente Grecia y Turquía. Erdogan se reunirá con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, y con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michael, para hablar sobre «migración, seguridad, estabilidad en la región y la crisis en Siria».

Será la segunda vez en menos de una semana que el presidente turco se reúne con los líderes de la UE. La anterior fue el pasado miércoles y la razón fue la nueva crisis migratoria precipitada hace 9 días por Turquía después de la muerte de 34 soldados turcos en el norte de Siria.

Desde el 28 de febrero, miles de refugiados y migrantes se acumulan en la frontera terrestre entre Turquía y Grecia. Su objetivo es cruzar a Europa, pero la policía griega lo evita con gases lacrimógenos, violencia, robos y devoluciones en caliente. La OIM estima que son algo más de 13.000; Turquía —a la que le interesa decir que son muchísimos-, más de 100.000. Más allá de los números, están todos absolultamente desesperados.

Muchos de ellos, al ver que no pasarían, han abandonado su intención y han vuelto a casa; varios miles siguen allí. Y Turquía sigue presionando: «Esperamos conseguir mucho más apoyo de la comunidad internacional con los refugiados. Lo discutiremos en mi reunión de este lunes en Bruselas», sostuvo ayer el mandatario turco.

«Nosotros hemos cumplido nuestra parte del trato con la UE [del 2016]. La UE, sin embargo, no ha hecho nada más que pequeñas contribuciones. Espero lograr un resultado diferente», ha continuado el presidente turco, que se queja, siempre que puede, de que Turquía aún no ha recibido la totalidad de los 6.000 millones de euros que le prometió Bruselas en el 2016.

Mientras tanto, en la frontera turcogriega, el problema no cesa: Grecia ha acusado este domingo a Turquía de intentar derribar con un vehículo militar la valla fronteriza. Los refugiados que allí se agolpan, por su parte, aseguran que los militares griegos les disparan botes de gas y cañones de agua sin cesar.