El líder del Partido Nacional Escocés (SNP) en Westminster, Ian Blackford, saludó ayer a Boris Johnson como «el último primer ministro del Reino Unido». Johnson es un político conservador especialmente aborrecido en tierras escocesas. Tanto es así que, al día siguiente de su elección, el diario The Sun, que le felicitaba en su portada en la edición para Inglaterra y Gales, decidió cambiarla por otra mucho menos complaciente en Escocia.

«Es indiscutible que Boris ayudará a aumentar el número de los que quieren ver a Escocia independiente», dijo Blackford, quien en la Cámara de los Comunes le acusó de «no tener mandato en Escocia» tras haber sido elegido por menos de 100.000 militantes conservadores, casi en su totalidad ingleses. «El primer ministro no tiene un plan, es un fanfarrón, pero las consecuencias de sus fantasías van a ser devastadoras», le reprochó.

Los últimos sondeos muestran una subida del independentismo, a medida que el país se acerca a un brexit sin acuerdo. Hace unos días, el exprimer ministro laborista, el escocés Gordon Brown, dijo estar convencido de que «la unidad (nacional) está hoy más en peligro que en los últimos 300 años».

La ministra principal, Nicola Sturgeon, y su homólogo en Gales, Mark Drakeford, enviaron una carta conjunta a Johnson urgiéndole a abandonar los planes de una salida sin acuerdo. «No debe haber dudas de que las consecuencias van a ser catastróficas para todas las partes del Reino Unido». Ambos reclaman conversaciones inmediatas con el nuevo equipo en Londres y piden a Johnson la celebración de un segundo referéndum sobre el brexit.

En 2014, Escocia decidió sobre su futuro constitucional en un referéndum pactado con el Gobierno británico, en el que el 55% se opuso a la separación. En el referéndum del 2016, un 62% de los escoceses apoyó la permanencia en la Unión Europea, algo que ayer recordó Sturgeon a Johnson, al que emplazó a otorgar a Escocia «una alternativa» a la ruptura.

El peligro de una futura desintegración de la unidad nacional también afecta a Irlanda del Norte, que votó masivamente, como hizo Escocia, por la permanencia en la UE. El impacto de la salida, especialmente sin acuerdo, iría más allá de las repercusiones económicas. El brexit ha polarizado la división en una sociedad en la que unos se sienten británicos y otros irlandeses. Los unionistas están ayudando a sobrevivir al Gobierno de Londres, mientras que los republicanos del Sinn Féin piden un referéndum para la reunificación de la isla.