«Los militares controlan Santiago como en los 80», ha señalado el portal chileno El mostrador después de que los uniformados hayan vuelto a las calles con todos los recuerdos a flor de piel de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90). La presencia de los uniformados responde a la orden del presidente, Sebastián Piñera, quien en la noche del viernes decretó el estado de emergencia para enfrentar la crisis social más intensa e inesperada del Gobierno de derechas por el aumento del precio del billete de metro.

Los incidentes dejaron 41 estaciones de metro con destrozos y 308 detenidos, además de daños en la sede de la central eléctrica Enel, bancos, supermercados y hasta universidades. Las restricciones al derecho de libertad de reunión y movimiento en el espacio público han tenido la bendición de los partidos conservadores y un sector de la oposición. A pesar del control castrense, la capital no ha recuperado su calma completa. Los incidentes en las estaciones y la suspensión del servicio han convertido a Santiago en una ciudad intransitable. «Toda la red de metro resultó quemada», dijo Karla Rubilar, la alcaldesa santiaguina. Los cacerolazos han sido atronadores en horas del mediodía. La protesta, ha dicho El Mostrador, contradice la lógica del Gobierno, que ha insistido en vincular la crisis a un problema de «violencia» propio de «grupos organizados y vándalos».

La segunda gestión de Piñera vuelve a enfrentarse con la calle. Hace ocho años fueron los estudiantes quienes ganaron el espacio púbico para reclamar la gratuidad de la educación. Esta vez el detonante de un malestar esencialmente juvenil y sin orientación partidaria está relacionado con el coste del medio de transporte más eficaz y ponderado de Santiago. En los últimos 12 años, el billete ha aumentado 20 veces de manera gradual. El incremento que ha encendido la mecha de la protesta social es de cuatro centavos de dólar. Desde hace dos días, billete cuesta 1,17 dólares.

Piñera reconoció las «carencias que afectan a muchos» pero dijo que no le quedaba otra salida a partir del aumento del precio internacional del petróleo y la apreciación del dólar. «Haremos todos los esfuerzos para aliviar la situación». El presidente ha convocado a un «diálogo transversal» para buscar soluciones. Por el momento, señalan algunos analistas, Piñera evita ir al fondo de un conflicto relacionado no solo con el incremento de las tarifas sino con un problema latente en Chile que es la desigualdad. Claudio Bravo, el exportero del Barcelona y de la selección chilena, se lo explicó al mundo de un modo contundente: «Vendieron a los privados nuestra agua, luz, gas, educación, salud, jubilación, medicamentos, nuestros caminos, bosques, el salar de Atacama, los glaciares y ahora el transporte. No queremos un Chile de algunos pocos, queremos uno que sea de todos».