Hubo un tiempo, hace cuatro años, que controlaban, entre Irak y Siria, casi el mismo territorio que Gran Bretaña. Ahora los miembros restantes del Estado Islámico cuentan las últimas horas para que su proyecto pierda su característica principal: su condición de Estado. Según explican las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), los yihadistas restantes están atrapados en un campo de algo más de 600 metros cuadrados. La milicia liderada por kurdos, con el apoyo de Estados Unidos, ha sido la principal encargada de la lucha contra el EI en los últimos meses. Allí, en un descampado ocupado por tiendas de campaña al sur del pueblo de Baghuz están hacinados, aseguran, unos 1.000 milicianos con sus familias -mujeres y niños- y rehenes civiles que han ido llevándose todos sus periplos en los últimos años. La operación militar, que acorde con la verborrea de Trump tenía que terminar la semana pasada, se ha frenado precisamente por eso: porque los yihadistas usan estos civiles como escudos humanos. Los portavoces de las FDS dicen que la victoria no se declarará, como mínimo, hasta dentro de un par de días. En el campo, sin embargo, no solo hay yihadistas, sus familiares, kalashnikovs y civiles atrapados. También hay, dice el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos (OSDH), unas 40 toneladas de oro que los yihadistas han acumulado durante sus años mozos de saqueo a los bancos de las ciudades que conquistaban: en total, con el cambio actual, el EI custodia 1.489 millones de euros en oro.