Ursula von der Leyen no es la única sujeta al interrogatorio del Parlamento Europeo. Una vez confirmado el equipo y distribuidas las carteras, todos y cada uno de los candidatos a comisarios, incluido el español Josep Borrell, deberán someterse al examen de la comisión parlamentaria correspondiente. Un implacable bombardeo de preguntas en la mayoría de los casos destinado a conocer las capacidades de los candidatos y que no está exento de riesgo y que ya ha obligado a más de un Estado miembro en el pasado a a tener que relevar a la persona escogida. Le ocurrió al portugués José Manuel Durao Barroso durante su primer mandato en la Comisión Europea, cuando la Comisión de libertades civiles rechazó al candidato de Italia, el democristiano Rocco Buttiglione, que consideraba «inmoral» la homosexualidad y que la familia está para que la mujer tenga hijos y el hombre la cuide.

Cinco años después le volvió a ocurrir lo mismo al portugués con la candidata de Bulgaria, la conservadora Rumiana Jeleva, designada para dirigir la cartera de Ayuda humanitaria del club, acusada de falta de transparencia en su declaración de intereses y obligada a renunciar tras un nuevo pulso entre el portugués y la Eurocámara. Lo mismo le volvió a ocurrir a Jean-Claude Juncker hace cinco años cuando los eurodiputados rechazaron a la exprimera ministra eslovena, la liberal Alenka Bratusek, que causó una pésima impresión, y que se autodesignó candidata cuando su gobierno estaba todavía en funciones y las elecciones las había ganado el centroizquierda.

La Eurocámara quiere organizar estas audiencias entre la última semana de septiembre y la primera de octubre, antes de que el pleno del Parlamento Europeo, en la sesión del 21 al 24 de octubre en Estrasburgo, apruebe o tumbe al nuevo colegio de comisarios.