El extitular francés de Economía, Emmanuel Macron, ha oficializado este miércoles su candidatura a las elecciones presidenciales que se celebrarán en la primavera del 2017. El anuncio no es una sorpresa, porque desde que se consumó el divorcio con el presidente y antiguo mentor François Hollande había pocas dudas de las intenciones del ministro ‘estrella’ del Ejecutivo, artífice de la ley de modernización económica que lleva su nombre.

Ha causado más revuelo el momento elegido para lanzarse a la carrera hacia el Elíseo: a cuatro días de la primera vuelta de las primarias de la derecha y antes de que Hollande desvele si optará a la reelección.

“Soy candidato a la presidencia de la República", ha declarado Macron durante su visita a un centro de formación de Bobigny, en la periferia de Saint Denis, el departamento más pobre de Francia. A su juicio, Francia está "bloqueada" y no puede responder a las grandes transformaciones del mundo "con los mismos hombres y las mismas ideas".

El lugar del anuncio no ha sido tampoco fruto del azar. Saint Denis es terreno de abstencionistas y de antiguos votantes de Hollande decepcionados por la gestión del presidente, electores que Macron tiene en su punto de mira. El acto ha girado además en torno a dos temas que aparecen a menudo en el ambiguo programa de Macron: el empleo y la juventud.

"Mi candidatura es un síntoma de esperanza. Creo profundamente que nada está jamás escrito", ha añadido tras subrayar que su reto no es unir a la izquierda o a la derecha sino "a los franceses".

RECHAZO DEL SISTEMA

Macron se ha erigido como el líder de una "revolución democrática" frente a un sistema político que es, en su opinión, el principal obstáculo para la transformación del país. Un sistema que Macron rechaza orientándose hacia "la energía del pueblo francés".

Su candidatura es una piedra en el zapato de la izquierda, dividida ante unas presidenciales en las que todos los sondeos auguran una seria derrota, y especialmente para el primer ministro, Manuel Valls, a quien le sale un molesto competidor si tuviera que liderar el cartel socialista en el caso de que Hollande renunciara a presentarse para un segundo mandato.

Macron ha ido construyendo su perfil de presidenciable desde el pasado 6 de abril, fecha en la que dio carta de naturaleza a su nueva fuerza política, ‘En Marcha’, con la que pretende situarse a medio camino entre la derecha y la izquierda. “Este movimiento político es una dinámica frente al bloqueo de la sociedad, un intento de avanzar”, declaró entonces en Amiens, su ciudad natal.

El 12 de julio, reunió en la sala de la Mutualidad de París a 3.000 militantes y simpatizantes, su primer gran mitin político en el que dio claramente a entender que optaría a la presidencia de la República. “Llevaremos el movimiento juntos hasta 2017 y hasta la victoria”, proclamó. Desde ese momento, su salida del Ejecutivo sólo era cuestión de tiempo y el 30 de agosto presentó su dimisión.

ASCENSO FULGURANTE

La historia de este ex banquero de Rothschild de 38 años es la de un ascenso fulgurante. De consejero y secretario general adjunto del Elíseo pasó al Ministerio de Economía en agosto del 2014 para sustituir al rebelde Arnaud Montebourg, también candidato de la izquierda en los comicios del próximo abril.

Los dos años que pasó al frente de Bercy le permitieron alcanzar una gran popularidad pero también se convirtió en blanco de las críticas del ala izquierda del socialismo, que ve en Macron la encarnación de un liberalismo sin complejos.

En los medios le han puesto todo tipo de epítetos -“dinamitero”, “candidato atrapa todo”, “torpedo”, “el hombre que quiere romper el tabú de la izquierda”- al ex ministro que presume de situarse fuera del sistema a pesar de ser un producto genuino del mismo.