El Líbano vive un fin de semana dramático entre llamas. Alrededor del país han tenido lugar cuatro explosiones distintas que han acabado con la vida de cinco personas y han dejado varios heridos. Mientras, los bosques del Líbano vuelven a arder desde el viernes. Sin víctimas mortales, el fuego ha causado daños materiales, algunos heridos y ha devorado varias hectáreas en las zonas montañosas del país de los cedros. A su vez, ante el aumento de contagios de coronavirus en la última semana, el Gobierno ha impuesto nuevas medidas restrictivas como un toque de queda, el confinamiento de 169 municipios y el cierre de bares y restaurantes.

Con el recuerdo reciente de la explosión en el puerto de Beirut del pasado 4 de agosto, la sociedad libanesa se siente condenada a revivir constantemente su trauma. El pasado viernes la detonación de un tanque de diesel en una panadería en el barrio de Tariq al-Jadideh de Beirut provocó cuatro muertos y una cincuentena de heridos. Los edificios cercanos quedaron dañados y el pánico dominó el vecindario que, como el resto de beirutíes, convive con el duelo por las casi 200 almas perdidas hace dos meses por la negligencia del gobierno.

Las imágenes de las tareas de evacuación del Ejército libanés se repitieron durante todo el fin de semana. La mañana del sábado el barrio residencial de Achrafieh en la capital se despertó con otra detonación en una tienda que dejó un muerto y dos heridos. En Jiyyeh, al sur del Líbano, la explosión de un tanque de gasolina hirió a cuatro personas mientras que en la ciudad norteña de Trípoli la detonación de otra cisterna dentro de un coche no causó heridos.

Arde el Líbano

El índice de incendios, según el sistema de alerta temprana de la reserva de cedros de Chouf, indica un alto riesgo continuo de incendio, indicaba la Reserva de la Biosfera de Chouf en su cuenta de Twitter. Casi un año después de los devastadores incendios forestales que despojaron las montañas libanesas, el escenario se repite causando daños irreparables en los bosques que podrían tardar hasta 20 o 30 años en recuperarse. Del norte al sur del país, los helicópteros del Ejército llevan desde el viernes intentando apagar las llamas.

Cada año el Líbano pierde un promedio de 1.200 a 1.500 hectáreas de bosque al año a causa de los incendios forestales que fueron especialmente agresivos durante el octubre pasado que se vivieron las temperaturas promedio más elevadas de los últimos 150 años. El centenar de incendios forestales que queman tierras libanesas desde el jueves están bajo control. También en la vecina Siria su población se ha enfrentado este fin de semana al fuego.

Además, el aumento de contagios de coronavirus que supera el millar diario en un país de seis millones de habitantes ha forzado al Gobierno a aplicar nuevas medidas. Este domingo el ministro del Interior ha decretado el cierre de bares y restaurantes hasta nuevo aviso, y el confinamiento de 169 municipios y distritos. También ha insistido en el toque de queda establecido de la una a las seis de la mañana. Desde el inicio de la pandemia se han registrado 52.558 contagios y 450 personas fallecidas por el virus. Actualmente, las unidades de cuidados intensivos de los hospitales libaneses han llegado al 82% de su capacidad.

Devastación económica

Sumido en la peor crisis económica desde la guerra civil (1975-1990), el Líbano lleva dos meses sin gobierno después de la dimisión del gabinete de Hasán Diab tras la explosión. Durante este año, el país ha experimentado la devaluación de la libra local en un 80% y la destrucción de miles de puestos de trabajo por la pandemia. Las pérdidas económicas causadas por la explosión se suman al clima de inestabilidad política desde las protestas anticorrupción del octubre pasado.

A unos días del primer aniversario del movimiento 17 de octubre, el exprimer ministro Saad al Hariri se perfila como el futuro candidato a mandatario. Precisamente las manifestaciones no sectarias del otoño pasado consiguieron la dimisión de Hariri. Una juventud agotada de los latigazos a los que la somete su país ven su candidatura como un retorno a la casilla de salida tras el momento de euforia vivido durante los primeros meses de la revolución. Este jueves las consultas para elegir a un nuevo encargado de formar gobierno pueden ser la constatación de la desesperanza extendida en un país calcinado y en un eterno duelo.