La pandemia no le está sentando nada bien a Vladímir Putin. Además de haber tenido que renunciar por el momento a su aspiración de convertirse en presidente vitalicio de facto mediante una cuestionada reforma constitucional, el presidente ruso ve como los más recientes sondeos de opinión independientes muestran una merma en su habitual índice de popularidad.

El instituto Levada presentó hace unos días unos preocupantes datos para el Kremlin, y sobre todo para su actual inquilino. En abril, el porcentaje de ciudadanos que daba su visto bueno al presidente descendió al 59%, cuatro puntos por debajo del mes anterior, y una cifra no vista en los dos decenios en los que ha detentado las riendas del país. En la primavera del 2000, nada más ser elegido, dicho porcentaje rondaba el 61%.

Solo existe en la serie histórica un dato inferior a ese último (un 53%) y se contabilizó en noviembre de 1999, cuando Putin ocupaba el cargo de primer ministro aunque ya se había convertido en el aspirante oficial para suceder al enfermo Borís Yeltsin. El estudio, eso sí, advierte de que las desfavorables condiciones en las que fue elaborado debido al confinamiento podrían haber distorsionado un poco los resultados a la baja.

REFORMA CONSTITUCIONAL / Hay otros indicadores que confirman esta misma tendencia. La confianza en el hacer gubernamental de Putin, según otro sondeo reciente, presentado hace unos días, descendió al 28%, mientras que la ciudadanía se muestra dividida a la hora de aprobar o no la reforma constitucional que le convertirá en presidente vitalicio: el 48% a favor y el 47% en contra. Para un líder que hasta hace bien poco era aprobado por el 70%-80% de la ciudadanía, y en un país donde los ciudadanos desconfían tradicionalmente de las instituciones políticas menos de la presidencia del país, se trata de unos números nada halagüeños.

«Una mayoría silenciosa está cada vez más desencantada [con el presidente Putin]», valoran los periodistas Vladímir Rubynski y Pável Aptekar en un artículo publicado recientemente en el rotativo Védomosti. Ambos analistas cifran en solo «un 30% o un 40%» el porcentaje de la población dispuesta a permitir que el presidente «gobierne de por vida». «Más allá de esto», los restantes rusos están cada vez «más cansados de su líder nacional», aseguran en el artículo.

El energético e hiperactivo presidente ruso, por lo manos así se había presentado hasta este momento, se muestra ahora públicamente apagado y hasta aburrido en sus apariciones. En una de las sesiones por videoconferencia celebradas recientemente, y ante la mirada de millones de telespectadores, se podía observar en el centro de la pantalla a un Putin distraído, jugueteando con un bolígrafo, mientras intervenía su ministro de Sanidad, Mijaíl Murashko.