Jersey City, una ciudad del área metropolitana de Nueva York en el vecino Nueva Jersey, se transformó el martes durante más de una hora en un escenario de guerra, con el asesinato de un policía en un cementerio y un posterior e intenso enfrentamiento armado en un colmado kosher que acabó con otros cinco muertos: tres civiles y los dos asaltantes, un hombre y una mujer identificados como David Anthony y Francine Graham. Este miércoles, al horror ante la brutalidad de lo ocurrido se le ha sumado otro: la posibilidad de que se tratara de un crimen antisemita.

Aunque oficialmente no se ha designado como un crimen de odio esa es la tesis que ha ganado peso aunque se descartara inicialmente. Es a la que ha señalado el alcalde de Jersey City, el demócrata Steven Fulop, que ha asegurado que los asaltantes escogieron específicamente el deli kosher de Greenville, un barrio donde en los últimos años ha crecido la presencia de judíos ortodoxos con unas 100 familias.

El odio es también la tesis con que se mueve el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, que ha elevado la presencia policial y la protección en zonas judías y ha dicho que se trató de un acto de terror, premeditado y violento, que ha enmarcado en una crisis de antisemitismo que estrangula la nación.

La investigación aún está en marcha pero se sabe ya que Anthony había colgado en redes sociales tanto mensajes antisemitas como contra la policía y está siendo vinculado a los Black Hebrew Israelites, un movimiento supremacista negro clasificado por el Southern Poverty Law Center como un grupo de odio. Una nota tipo manifiesto breve e inconexa con mensajes religiosos se halló en la camioneta de mudanzas que Anthony y Graham habían robado, y a la que se aproximó en el cementerio el detective asesinado porque estaba vinculada a un homicidio perpetrado el fin de semana del que no se ha dado más información de momento.

Polémica orden ejecutiva de Trump

Frenar el antisemitismo es precisamente el argumento con que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, va a firmar este miércoles una orden ejecutiva que no llega sin polémica. Con la idea de detener la discriminación de estudiantes judíos en los campus universitarios, la orden está diseñada para frenar la campaña a favor del boicot, la desinversión y las sanciones a Israel, popular entre los progresistas.

Los críticos creen que la iniciativa, que identifica el judaismo no como religión sino como nacionalidad, es una herramienta de Trump para cortar la libertad de expresión y puede resultar también en discriminación hacia los musulmanes.