Nigel Farage esperaba un golpe de efecto después del triunfo obtenido en las elecciones europeas. Estaba convencido de que lograría un primer escaño en el Parlamento de Westminster para el recién creado Partido del Brexit. No pudo cantar victoria, pero volvió a superar a los conservadores. Su candidato, Mike Greene, dado como ganador en sondeos y apuestas, quedó en segunda posición (29% votos) en la ciudad de Peterborough, al este de Inglaterra. La laborista Lisa Forbes le derrotó por muy poco, solo 630 votos de ventaja. Los conservadores quedaron relegados a la tercera posición. Los laboristas retuvieron la plaza a duras penas.

Cuando supo el resultado, Farage se escabulló eludiendo a la prensa para reaparecer a la puerta del 10 de Downing Street con una carta para la aún primera ministra, Theresa May, en la que pedía que su partido sea incluido en las futuras negociaciones con Europa.

Petersbourg era una prueba interesante para Farage, que, sin programa de gobierno, parece estar al frente más de un grupo de presión que de un partido político. Al igual que ocurrió con el UKIP, su expartido, ha logrado resultados excepcionales en las elecciones europeas, pero se estrella en las generales. En Peterborough, más del 60% de los ciudadanos votó en el referéndum sobre Europa a favor del brexit. Aún así, no ha conseguido el escaño.

Los tories, que salieron muy mal parados en las europeas, siguen cayendo. Han comprobado que el brexit ha dividido a sus bases. Ningún candidato que opte a suceder a May puede ignorar a Farage, que está trastocando las reglas tradicionales de la política británica.