Le habría gustado ser embajador en Madrid si Cristina Fernández de Kirchner volvía a la presidencia. Pero las piruetas de la historia siempre deparan sorpresas. Ella le dijo que podía vencer en las urnas a Mauricio Macri aunque no gobernar. Prefirió por lo tanto el segundo plano y lo nombró candidato. Alberto Fernández se convirtió así en el héroe accidental que presidirá a partir de mañana una Argentina herida y expectante.

El nuevo jefe de Estado inaugura la quinta era del peronismo en medio de enormes expectativas y temores. El coronel Juan Perón fue el padre fundador del movimiento político que la derecha sigue considerando una maldición. Perón gobernó en tres oportunidades, las dos primeras (1945-55) con sus años de oro y escarnio que terminaron con un golpe de Estado. Retornó al país en 1973. Su esposa, Isabel Perón, lo heredó a su muerte en 1974 y abonó el camino de la última dictadura (1976-83). El tercer peronismo (1989-99) tuvo la impronta neoliberal de Carlos Menem. La cuarta etapa, entre 2003 y 2015, movió al péndulo ideológico en la dirección contraria con Néstor y Cristina Kirchner. Ahora Alberto, el otro Fernández, asume como el bombero que debe apagar un incendio económico y social.

AUTOBOMBO / A pocas horas de abandonar su cargo, Mauricio Macri tuvo su propio baño de masas para despedirse. El acto del final osciló entre el autoelogio, la sensación del deber cumplido y la advertencia al sucesor de que será un fiscal implacable y custodio de la obra realizada en cuatro años. El jueves pasado, Macri había dicho por la cadena nacional que Argentina tenía menos corrupción y mayor ética e infraestructura. Mientras grababa su mensaje, el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina informaba de que la pobreza había subido al 40,8% de la población. El flagelo afecta a 16 millones de personas. La indigencia, en tanto, golpea a 3,6 millones de argentinos (8,9%).

La pobreza subió 12 puntos como consecuencia de las devaluaciones, ajustes económicos y el espiral inflacionario. Se trata de cinco millones más de personas respecto a cuando Macri ganó los comicios con la promesa de alcanzar la «pobreza cero». Al iniciar su mandato pidió a los argentinos que lo juzgasen por esos resultados. Las cifras dan cuenta ahora de que el 59% de los niños y adolescentes de 0 a 17 años son pobres, es decir, siete millones de personas de esa franja de población.

HERENCIA / Cuando la derecha llegó al poder habló de la «pesada herencia» del kirchnerismo. Fernández ya dijo que encuentra un legado calamitoso. La actividad económica es un 4,9% inferior a la del 2015. El salario acumuló una caída del 18,5%. La inflación del 2019 llegará al 60% y más del 300% desde el 2016. Se perdieron 158.600 empleos y cerraron 22.000 empresas. El paro araña el 11% y el 49% de los argentinos tiene un empleo informal.

El peso se devaluó un 538%. La deuda externa representaba en el 2016 el 52% del PIB. Casi se ha duplicado. En los cuatro años que coinciden con su gestión, Argentina debe pagar a sus acreedores 170.000 millones de dólares en concepto de capital e intereses, y no hay de dónde sacarlos en las condiciones de precariedad existentes. Sin un inmediato acuerdo con los acreedores, Fernández no podrá comenzar a enfrentar los problemas de la pobreza ni mejorar la educación, la ciencia y la salud.

Fernández no lo tiene fácil. De acuerdo con la revista Crisis, llega a la Casa Rosada en momentos que «repiquetean las alarmas en todos los rubros [en todas partes]». De un lado, la disputa geopolítica entre EEUU y China, que tiene su fuerte capítulo argentino. Por el otro, el panorama recesivo global. En ese contexto, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, ha vuelto a utilizar el lenguaje más ofensivo hacia la región latinoamericana al llamarla «patio trasero» de EEUU. El golpe de Estado en Bolivia, las crisis en Chile y Colombia y las difíciles relaciones que se avecinan entre Argentina y Brasil fijan el escaso margen de acción para Fernández.